El terremoto y posterior tsunami que golpearon a Japón el viernes 11 de marzo pasado han tenido consecuencias devastadoras para la población japonesa. Una semana después, el gobierno japonés ha reconocido más de siete mil quinientos muertos, casi doce mil personas desaparecidas y cientos de miles de personas desplazadas de sus hogares con desabasto grave de agua potable, alimentos y combustibles. Es imprescindible iniciar este artículo expresando nuestro más sincero pésame y solidaridad al pueblo de Japón.
Una de las más serias consecuencias ha sido el grave accidente ocurrido en la central nucleoeléctrica de Fukushima Daiichi, al noreste de Japón, cuatro de los seis reactores nucleoeléctricos han sufrido daños muy severos con consecuencias al ambiente y a los seres humanos aún por definir. Esta central nunca volverá a funcionar. La información que se ha presentado al mundo no ha sido muy confiable, ya que se han contradicho diversas fuentes y se han corregido los datos varias veces al pasar de los días. Esto es normal al considerar la terrible situación en que se encontraba y todavía encuentra el heroico personal que está luchando para controlar la situación en dichos reactores. He consultado diariamente los reportes de las comisiones reguladoras de energía nuclear de Japón, Estados Unidos y la Unión Europea, así como de la Agencia Internacional de Energía Atómica, según artículos publicados en Scientific American, IEEE Spectrum, CNN, The New York Times, y The Economist, entre otros.
Los eventos terribles que sucedieron en esta central nucleoeléctrica han invalidado cinco aspectos claves de seguridad que siempre nos habían reiterado los expertos en esta materia que nunca pasarían.
Primer nunca, un terremoto no afectaría la integridad de una planta nucleoeléctrica. Éste sí dañó al sistema eléctrico y no hubo electricidad para operar los sistemas y equipos internos, lo que inutilizó el sistema de enfriamiento de cuatro reactores.
Segundo nunca, un tsunami no afectaría la operación de una planta nucleoeléctrica. Éste sí daño el sistema eléctrico de emergencia que operaba con diesel y debía entrar en operación automática si no había corriente eléctrica, lo que impidió hubiera la cantidad de agua necesaria en los sistemas de enfriamiento en cuatro reactores.
Tercer nunca, la sólida construcción del edificio externo de una unidad nucleoeléctrica evitaría que las posibles emisiones de radiación que se produjeran en el interior del reactor salieran al exterior, ya que el reactor está dentro de un edificio interior; es decir, el reactor está aislado de su entorno por dos edificios sólidamente construidos. Resulta que sí hubo explosiones que dañaron seriamente las paredes y la estructura en cuatro reactores, lo que permitió que radiación y partículas nucleares producidas por el combustible nuclear fueran liberadas al medio ambiente. Dichas explosiones ocurrieron por la acumulación de hidrógeno entre el edificio interno y el externo; no se sabe bien porqué se produjo ese hidrógeno ni porque explotó. Debemos señalar que a este edificio externo lo señalaban como una de la más importantes diferencias de seguridad entre la tecnología nucleoeléctrica soviética y la tecnología con que se construían las nucleoeléctricas en el mundo occidental; esto para justificar que la mayor catástrofe nucleoeléctrica ocurrida en el mundo, en la central nucleoeléctrica de “Chernobyl”, en Ucrania, nunca podría ocurrir fuera de la extinta Unión Soviética.
Cuarto nunca, existen medidas de seguridad automáticas que evitan la emisión al ambiente de radiactividad del combustible que está siendo utilizado durante la operación de una central nucleoeléctrica. Sí se comprobó la existencia de radiación y material nucleares al exterior de la central producidos por el combustible nuclear parcialmente expuesto a la atmósfera en el interior de varios reactores.
Quinto nunca, los restos del combustible nuclear que ya fue utilizado son almacenados de manera completamente segura en albercas dentro de las propias instalaciones y no contaminarán al ambiente. También, se comprobó que en una de las unidades el nivel de agua de dicha alberca había disminuido y material con uranio y plutonio había sido expuesto directamente a la atmósfera, emitiendo radiación y material nuclear al ambiente.
La cantidad e intensidad de las emisiones de radiactividad producidas por los reactores de la central nucleoeléctrica de Fukushima Daiichi varía minuto a minuto, depende del sitio donde se mida y de la dirección e intensidad del viento en la región. Se asegura que los vientos predominantes han llevado la radiación hacia el mar y no hacia las ciudades del interior de Japón. Sin embargo, se han medido ocasionalmente radiaciones 10 mil veces mayores a las normales en las inmediaciones de la central y 50 veces mayores en ciudades alejadas 80 kilómetros.
El nivel de un accidente nuclear se mide en una escala del 1 al 7, siendo el 1 el de menor importancia. De los accidentes reportados, los dos más serios son el que ocurrió en “Three Mile Island”, Estados Unidos, en 1979, que fue catalogado como nivel 5, y el de “Chernobyl”, Ucrania, en 1986,que fue catalogado como nivel 7. La mayoría de los expertos catalogan como nivel 6 al ocurrido en Fukushima Daiichi.
La respuesta internacional al accidente en Fukushima Daiichi es variada. Francia, que depende en más del 73 por ciento en la nucleoelectricidad, dijo que todas sus centrales estaban bien, punto. Alemania, España, Estados Unidos y China, que dependen entre 20 y 35 por ciento, establecieron sendos programas para que expertos evalúen la situación de cada una de sus centrales nucleoeléctricas y presenten sus resultados al análisis del Gobierno. Además, algunos consideran retirar ya aquellas cuyo tipo de reactor sea tan antiguo como los de Fukushima Daiichi. En México se organizó una visita oficial a la única central nucleoeléctrica “Laguna Verde”, en Veracruz, donde sólo asistieron funcionarios de alto nivel.
Consideramos que el Gobierno de México debe cerrar temporalmente a “Laguna Verde” por múltiples motivos, entre otros: Sus dos unidades son del tipo que hay en Fukushima Daiichi y son muy antiguas ya que se compraron a mediados de los años setenta aunque entraron en operación hasta 1990. Si ocurrieran dos o más de los cinco nunca antes descritos tendrían que venir inmediatamente expertos de Estados Unidos a ayudarnos. Sólo genera alrededor del 3 por ciento de la electricidad que necesita el país, cuando tenemos una reserva de capacidad en la generación de electricidad del 40 por ciento.
También consideramos que el Gobierno de México debe posponer cualquier programa nucleoeléctrico, a pesar de que esta tecnología tiene una muy pequeña contribución al Cambio Climático, hasta que podamos responder cuestionamientos fundamentales, entre otros: La falta de seguridad en la operación de centrales nucleoeléctricas, ya que siempre hay un accidente que supera las normas de diseño de estas instalaciones. Los verdaderos costos de la nucleoelectricidad al incorporar no sólo los aspectos técnicos, sino los ambientales y sociales. El comprometido abasto energético al depender de otros países en la entrega y disposición del combustible nuclear ya que no tenemos uranio ni la capacidad para convertirlo en combustible nuclear. La necesaria construcción de una industria nuclear nacional que debería estar basada en la investigación y desarrollo nacionales. El efecto en la soberanía nacional por la dependencia cada vez mayor de nuestro sector energético.
Podemos generar la electricidad que demanda el país sin la necesidad de “Laguna Verde” y de otras centrales nucleoeléctricas. Debemos cambiar nuestra manera de hacer planeación energética y actuar sobre la demanda eléctrica. En el corto y mediano plazos, nos debemos de apoyar en el ahorro y uso eficiente de la energía, en la geotermia, en la hidroelectricidad y en la energía eólica. En el largo plazo, la energía solar puede cubrir todas las necesidades del país y del mundo.
Debemos aprovechar esta crisis y cambiar nuestro sistema energético para avanzar hacia el desarrollo sustentable del país.
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