publicado en La Jornada Morelos el 27 de abril de 2015
El mayor desafío de la política de pensiones al que se enfrenta en la
actualidad la mayoría de los países de América Latina y el Caribe (ALC) es la
baja cobertura de los sistemas de pensiones, tanto en términos de proporción de
trabajadores que participan en dichos sistemas como la fracción de personas
mayores que reciben algún tipo de pensión. Por lo tanto, los esfuerzos por
cerrar la brecha en términos de cobertura, por ejemplo, a través de las
pensiones no contributivas, están en el centro del debate sobre esta política en
la región. Sin embargo, se podrían plantear desafíos fiscales significativos en
las próximas décadas debido a que la población envejece.
El documento “Panorama de las Pensiones en América
Latina y el Caribe” es un producto conjunto del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) y el Banco Mundial (BM) (Copyright © [2015] Banco Interamericano de
Desarrollo). Presenta por primera vez un amplio rango de indicadores para la
comparación de los diseños de los sistemas de pensiones en 26 países de América
Latina y el Caribe. Los indicadores son comparables con los de los países de la
OCDE y miembros seleccionados del G-20, publicados por la OCDE.
La cobertura activa, es decir, la proporción de
trabajadores aportando a sistemas de pensiones obligatorios, es baja en los países
de ALC, indica el documento. En promedio, en la región sólo 45 de cada
100 trabajadores están contribuyendo o están afiliados a un plan de pensiones,
un porcentaje que no ha cambiado mucho en la última década, a pesar de las
reformas estructurales de los sistemas de pensiones. Sin embargo, algunos países
sí han logrado ampliar la proporción de personas de 65 años o más que reciben
una pensión para la vejez, en su mayoría pensiones no contributivas y regímenes
especiales de cuentas propias. El bajo nivel de aportes a los sistemas de
pensiones está relacionado con una serie de características socio-económicas,
en particular con la educación, el género y el nivel de ingresos. El nivel de
educación tiene un impacto significativo puesto que los trabajadores más
educados tienen más probabilidades de contribuir a los sistemas de pensiones
que los trabajadores con un nivel educativo menor. La dimensión de género también
es importante dado que la tasa media de participación de las mujeres en la fuerza
laboral en ALC es del 56 por ciento en comparación con el 83 por ciento para
los hombres. La brecha de género varía desde el 20 por ciento en Bolivia, Chile,
Jamaica y Uruguay hasta el 40 por ciento en Guatemala, Honduras y México. Por último,
las diferencias de ingresos entre los hogares tienen asimismo un importante
impacto. Los trabajadores en el quintil más alto de la distribución de los
ingresos tienen porcentajes relativamente altos de contribución, mientras que
los trabajadores de bajos ingresos escasamente contribuyen a los sistemas
previsionales. Sólo del 20 al 40 por ciento de los trabajadores de ingresos
medios contribuye a una pensión, lo cual les hace particularmente vulnerables a
los riesgos de pobreza en la vejez.
Un factor determinante de la cobertura de pensiones
en ALC es el tipo de empleo, señala el documento. En promedio, 64 de cada 100
trabajadores asalariados contribuyen a un plan de pensiones en ALC, mientras
que sólo lo hacen 17 de cada 100 trabajadores por cuenta propia. El tamaño de
la empresa también es importante. En las grandes empresas con más de 50
trabajadores, el 71 por ciento de los trabajadores contribuyen, en comparación
con el 51 por ciento en las empresas medianas (de 6 a 50 empleados) y el 24 por
ciento en las pequeñas (menos de seis). Las transiciones frecuentes entre
formalidad, informalidad e inactividad generan brechas de contribución
significativas en las carreras de los trabajadores en ALC, lo que puede poner
en riesgo la adecuación de los futuros ingresos de jubilación. En casi todos
los sistemas, los historiales incompletos de cotización dan lugar a derechos de
pensión más bajos, o incluso a la inelegibilidad, lo que significa que tanto el
tamaño de estas brechas de cotización como su distribución en el tiempo deben
ser analizados.
Una gran parte de las personas mayores en ALC tendrán
que recurrir a otras fuentes de ingresos diferentes a las pensiones
contributivas, como los ingresos provenientes del trabajo, activos
inmobiliarios, las transferencias, las pensiones sociales y el apoyo familiar,
destaca el documento. La estructura de los hogares, un factor importante para
el bienestar de las personas mayores, muestra que las personas más pobres de
mayor edad tienen más probabilidades de estar viviendo con un miembro de su
familia. La mayoría de los ancianos en situación de pobreza de la región viven
en hogares con varias generaciones, lo que indica que su bienestar está
estrechamente relacionado con el de su familia. Las tendencias a largo plazo de
una urbanización creciente y la disminución de la fecundidad probablemente
debilitarán estos lazos en el futuro y facilitarán el acceso al sistema formal
de pensiones.
El papel de las pensiones sociales en ALC se está
expandiendo y, en algunos países estas ya constituyen un elemento importante
del sistema de pensiones, apunta el documento. Estos programas han
tomado varias formas con diferentes resultados entre los países. En términos de
cobertura y generosidad relativa, las pensiones sociales son más importantes en
Guyana y Bolivia, seguidas por Venezuela y Brasil.
El documento resume que es necesario adoptar un
enfoque de dos vías con el fin de enfrentar la brecha de cobertura. Por
un lado, es importante aumentar la participación formal del mercado de trabajo,
especialmente para las mujeres, para que la gente pueda construir sus propios
derechos a una pensión. En la medida de lo posible, los trabajadores deben
afiliarse en los sistemas contributivos para impulsar el ahorro en pensiones y
garantizar la adecuación de las pensiones. Al mismo tiempo, el papel de las
pensiones no contributivas está aumentando en toda la región y puede
representar una herramienta fundamental para mejorar la situación económica y
el bienestar de las personas mayores. Estos programas deben ser evaluados tanto
desde la perspectiva de la adecuación y la sostenibilidad financiera, como
desde la forma en que interactuarán con los otros elementos del sistema de
protección social, incluyendo la asistencia social y las pensiones
contributivas.
En Morelos, debemos analizar la posibilidad de reducir
la brecha en la cobertura de las pensiones que ocurren a nivel federal. En
particular, el rol y la cobertura de las pensiones sociales; es decir, las
transferencias monetarias a las personas de la tercera edad que no están
vinculadas con sistemas de pensión contributiva.