El concepto de empleo resulta cada vez más reducido e inadecuado para
referir a la enorme cantidad de realidades diversas y desiguales que caracterizan
el desempeño del trabajo en nuestras sociedades. En efecto, el empleo –tal y
como fue concebido a lo largo del siglo xx– tiende a desaparecer. Es cada vez
menos generalizable la posibilidad de una relación formal entre empleadores y
empleados, protegida por la ley en cuanto a espacios y tiempos de trabajo,
actividades a desarrollar y prestaciones sociales, estable a lo largo de la
vida. Los grandes debates alrededor del concepto de trabajo en los inicios del
siglo xxi orientan a identificar y concebir como “trabajo” a una gran cantidad
de actividades de producción y transformación de bienes y servicios de todo
tipo, orientadas a la obtención de los ingresos necesarios para la
supervivencia y reproducción del individuo y sus familias. Algunas de estas actividades
están reguladas y protegidas por ley en el marco de grandes organizaciones;
otras, no, y por lo mismo resultan sumamente precarias.
La Organización de
Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) publicó
en 2013 un informe sobre “Formación profesional y empleo”, coordinado por Cleunice
Rehem e Irma Briasco (ISBN: 978-84-7666-202-1). Las coordinadoras y María
Ibarrola, organizaron el trabajo a partir de una pregunta: ¿cuál es la óptima
vinculación entre formación profesional y empleo que contribuya a la inserción
laboral y al desarrollo socioeconómico de un país? En las últimas décadas, esta
cuestión ha cobrado centralidad para el diseño de las ofertas de educación
técnico-profesional (ETP), tanto desde las instituciones formadoras como desde
los niveles centrales de definición de políticas. Es indiscutible que las
políticas públicas de educación y trabajo encuentran en esa vinculación los
elementos fundamentales para la definición adecuada de objetivos, metas,
programas, proyectos y actividades que permitan el desarrollo socio-productivo.
Ahora bien, dos preguntas anteceden a la pregunta central, según el informe:
¿cuáles son factores a considerar en la búsqueda de esa óptima vinculación
entre formación profesional y empleo? y ¿podemos afirmar que una mayor sintonía
podría ser capaz de garantizar la efectividad de esas políticas?
En este informe, Gloria
Calvo discute el sentido que reviste actualmente la formación profesional de
los jóvenes, en el marco de su inclusión social y económica. Muchos niños y
adolescentes dejan el sistema escolar muy temprano, sin los conocimientos ni
las capacidades necesarias para la continuación de estudios, la vida cotidiana
y el mercado de trabajo. La repetición de grados y la extra edad, junto con un
bajo nivel de logros de aprendizajes básicos, son otros serios problemas de los
sistemas educativos latinoamericanos que, pese a esfuerzos reiterados, todavía
afectan a los sectores más pobres de la población. En cuanto al mercado del
trabajo, junto a las transformaciones en su organización y a la introducción de
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sigue creciendo un
sector informal que genera empleos con bajos ingresos, al mismo tiempo que se
deterioran las condiciones de trabajo en el sector del empleo formal.
La formación para el trabajo, a
partir de programas que busquen certificaciones laborales para los jóvenes que
no han ingresado a la educación superior, pero que buscan una cualificación
para laborar, necesita, de acuerdo a Calvo, entre otros ajustes: implementación
de estrategias para la orientación socio-ocupacional. Existe una falta de
discriminación entre las características particulares de los individuos y su
orientación hacia determinado programa de formación. Propuestas de esta
naturaleza maximizarían su efectividad, si pudieran establecer estrategias para
la ubicación y orientación socio-ocupacional de los jóvenes; mayor relación
entre la teoría y la práctica. Una de las quejas más frecuentes fue la
ausencia de vínculos claros entre estas dos dimensiones del conocimiento.
Teoría y práctica tendrían que unificarse durante todo el desarrollo del
programa, no solo durante la pasantía; y mayor relación entre el trabajo de
la pasantía y la formación recibida. Dados los beneficios recibidos por las
empresas en el contexto del programa, valdría la pena solicitarles la
asignación de mejores cargos para los pasantes.
Una importante función
de la educación media es contribuir a la exploración, identificación y desarrollo
de los diversos intereses y aptitudes de los jóvenes, lo cual es crucial para
su futura inserción productiva, señala Calvo. Esta exploración trasciende una
asignatura y es más bien, un eje transversal en la cultura escolar. Implica una
capacidad analítica e interpretativa sobre las interacciones entre el mundo de
la educación y el del trabajo. Corresponde al reconocimiento del trabajo en sus
valores instrumental, personal y social. En tal sentido, toda experiencia
educativa forma para el trabajo. La cultura del trabajo busca aproximar a los
jóvenes al sistema de valores que construye la sociedad. Así, no sólo busca que
tengan información sobre el mercado del trabajo, sino que desarrollen
habilidades básicas para el ejercicio profesional (competencias comunicativas,
trabajo en equipo, solución de problemas, liderazgo), más que para un empleo
específico.
En
Morelos, debemos reconocer que la formación para el trabajo es un proceso
permanente que articula conocimientos, vivencias y experiencias, y necesitan
ser sistematizadas alrededor de un proyecto de formación. La presencia de rutas
escalonadas e interconectadas entre la escuela y el trabajo, y su articulación
con políticas de desarrollo local, podrá garantizar la movilidad necesaria para
que los jóvenes puedan encontrar sentido a su existencia, a través de opciones
que tengan en cuenta sus intereses y necesidades, a la vez que les permitan
acceder indistintamente a circuitos educativos o laborales.