El diseño, puesta en marcha y seguimiento de una economía verde deben
considerar las diversas condiciones sociales, ambientales, políticas e institucionales
de cada país o localidad. Las propuestas provenientes de organismos
internacionales y de países en desarrollo deben ser consideradas en su propia
naturaleza y adecuadas a las
oportunidades y los retos de cada país emergente o en vías de desarrollo. Las
políticas, normas y reglas son particulares para cada nación, estado o
localidad, así como las modalidades de financiamiento, ejecución y seguimiento.
La participación de todos los actores involucrados, en todos los niveles, ha
demostrado ser crucial para el éxito de una economía con estas características.
Steve Bass, del Instituto
Internacional para el Ambiente y el Desarrollo (IIED, por sus siglas en inglés)
escribió una guía para delinear una economía verde (“Scoping a green economy: A
brief guide to dialogues and diagnostics for developing countries”. Published
by IIED, September 2013. Bass, S. 2013. Scoping a green
economy. IIED, London. http://pubs.iied.org/16554IIED. ISBN 978-1-84369-966-8). Su objetivo
principal es promover un diálogo y un diagnóstico tempranos en y por los países
en vías de desarrollo sobre qué significaría una economía verde para cada uno
de ellos. Esta guía está basada en la experiencia que el IIED tuvo en once
países de forma aislada y, en cada uno, se obtuvo una definición precisa del
potencial y de los requerimientos para alcanzarla.
En esta guía se hace
énfasis en cinco procesos: evidenciar qué funciona, al trascender los conceptos
generales y encontrar los aspectos a desarrollar con políticas económicas
verdes; analizar realísticamente las condiciones que permitan superar las
barreras, al considerar aspectos tecnológicos, de capital, mercados,
capacidades, reglamentos y políticas; asegurar inclusión y equidad, al permitir
que todos los actores participen en la definición y distribución de costos,
beneficios y riesgos; lograr objetivos verdes con crecimiento, al garantizar
que la reducción de gases de efecto invernadero vaya acompañada de un uso de
los recursos naturales que impulse el bienestar, y establecer estrategias
acordes a las necesidades de cada país o región, al responder a las necesidades
de los actores más que en darles lo que es más factible.
Es de fundamental
importancia definir con claridad los objetivos de una economía verde, tanto los
actuales, como los propuestos o los potenciales. En la guía se enuncian los
tres principales objetivos: el bienestar humano, medido por empleo decente,
salud, libertades, cultura e ingreso; no exceder los límites ecológicos y climáticos,
al no rebasar los límites de resiliencia de la naturaleza; y equidad, al
incorporar a todos los actores en los procesos, actividades económicas y
distribución de beneficios. También, la guía describe los mecanismos para
alcanzarlos: crecimiento económico, en particular en las localidades donde
exista el mayor potencial para incrementar el bienestar; gestión sustentable de
los recursos naturales, al mejorar su productividad per cápita; y resiliencia,
para adaptarse al cambio climático, la diversificación, la administración del
riesgo, las respuestas institucionales y la atracción de inversiones.
El diagnóstico para
conformar una economía verde debe realizarse a través del diálogo de todos los
actores. La guía los define como: autoridades centrales y políticos, para
decisiones holísticas y negociaciones claves; autoridades económicas,
financieras y de desarrollo, para decisiones financieras y distributivas;
autoridades ambientales y de recursos naturales, para el mejor uso del capital
natural; autoridades de infraestructura y gobiernos locales, para decidir los
requerimientos de obras a mediano y largo plazos; el sector privado –grande,
mediano, pequeño y micro, tanto nacional como extranjero, y convencional o
verde, para las decisiones de inversión y creación de empleos; los grupos
pobres y marginados, para compromisos y validación; organizaciones civiles,
empresas sociales e instituciones académicas y de investigación, para contar
con el conocimiento y las capacidades necesarias; y agencias de cooperación
para el desarrollo, para apoyo político, financiero, de conocimiento y de
capacidades.
La experiencia de la
IIED en la realización de preparativos para la implantación de una economía
verde en once países, a niveles nacional y local, les permite sugerir la
existencia de cuatro pasos fundamentales:
Primero, preparar el diálogo para
explicitar el contexto y propósito. Existen cuatro tipos de diálogos:
identificación del concepto e intercambio de opiniones; mapeo de la situación
actual e identificación de posibles estrategias; evaluación de iniciativas
específicas diseñadas a nivel internacional, y diseño de estrategias para
acelerar posibles opciones económicamente viables;
Segundo, establecer el diálogo, al
construir una agenda, identificar potencialidades y barreras, definir
beneficios específicos, encontrar las bases actuales para construir, desarrollar
modelos de comportamiento, proponer máximas ganancias y mínimas pérdidas,
consecución de recursos necesarios, responsabilizar a una institución, integración
de un grupo apropiado de participantes, y acordar un calendario de actividades;
Tercero, registro escrito del
diálogo, al establecer minutas firmadas de los acuerdos y de las diferencias
alcanzadas en cada reunión, sin menoscabo de poder elaborar sobre los mismos
para su mejora; y
Cuarto, mantener vivo el diálogo,
al realizar un diagnóstico, realizar acciones y empoderar a cada uno de los
actores.
En Morelos, debemos
emprender ya el diálogo entre todos los actores para delinear una economía
verde que sea la base de nuestro desarrollo, en el mediano y largo plazos. En
el corto plazo, el gobierno estatal debería convocar a dicho diálogo para identificar
objetivos, estrategias, acciones y entregables prioritarios. Tenemos las
condiciones naturales, humanas y de conocimientos para ser líderes a niveles
nacional y regional.
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