publicado en La Jornada Morelos el 22 de octubr de 2012
La crisis económica mundial está teniendo una repercusión en el desempleo, en particular de los jóvenes. El bienestar y la prosperidad de ellos dependen más que nunca de las competencias que la educación y la capacitación pueden ofrecerles. No satisfacer esta necesidad es una pérdida de potencial humano, de poder económico y de valores sociales. Las competencias de los jóvenes nunca han sido tan vitales. La educación no estriba solo en velar por que todos los niños puedan asistir a la escuela. Se trata de preparar a los jóvenes para la vida, dándoles oportunidades de encontrar un trabajo digno, ganarse la vida, contribuir a sus comunidades y sociedades y desarrollar su potencial. A nivel más general, se trata de ayudar a los países a cultivar la fuerza de trabajo que necesitan para crecer en la economía mundial.
El equipo del Informe de Seguimiento de la EPT (Educación Para Todos) en el Mundo, dirigido por Pauline Rose, escribió el reporte “Los jóvenes y las competencias: Trabajar con la educación”, que fue publicado en 2012 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (© UNESCO, 2012). En este Informe se presta especial atención a determinar y comprender el acceso que tienen los jóvenes desfavorecidos al desarrollo de competencias que puede permitirles obtener mejores empleos; esto es, un trabajo seguro con el que puedan comprar comida y tener dinero en el bolsillo, es decir empleos que los saquen de la pobreza.
El Informe señala tres tipos principales de competencias que todos los jóvenes necesitan: las “competencias básicas” comprenden las nociones en lectura, escritura y aritmética necesarias para conseguir trabajo suficientemente bien pagado para satisfacer las necesidades cotidianas; las “competencias transferibles” comprenden la capacidad de resolver problemas, comunicar ideas e información de manera eficaz, ser creativo, mostrar dotes de mando y escrupulosidad, y evidenciar capacidades empresariales, y las “competencias técnicas y profesionales” que son imprescindibles cuando los empleos exigen determinados conocimientos especializados, desde cultivar verduras hasta utilizar una máquina de coser, poner ladrillos o utilizar una computadora.
Se presentan las diez medidas planteadas en el informe para impulsar las competencias de los jóvenes y que pueden ajustarse para responder a las circunstancias y necesidades concretas de los países:
Primera. Hay unos 200 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de edad en países de ingresos bajos y medianos que no han podido terminar la enseñanza primaria. Los gobiernos tienen que ofrecerles una segunda oportunidad de educarse para adquirir por lo menos las nociones de lectura, escritura y aritmética que necesitan para rencaminarse y escapar del ciclo del trabajo mal pagado o no remunerado que puede encerrarlos en la pobreza.
Segunda. Es esencial que los jóvenes tengan la oportunidad de cursar la enseñanza secundaria para consolidar sus competencias básicas. Es alarmante que cerca de uno de cada tres jóvenes de países de ingresos bajos y medianos no alcance este nivel. La mayoría de los jóvenes que no cursan el primer ciclo de la enseñanza secundaria vive en zonas rurales o en asentamientos urbanos irregulares, y un número desproporcionado de ellos son mujeres. Quienes logran permanecer en la escuela reciben a menudo una educación de mala calidad y escasa pertinencia.
Tercera. La educación media superior o preparatoria brinda a los jóvenes la oportunidad de desarrollar competencias que les permitan obtener buenos empleos. En el mundo en desarrollo, empero, el paso al segundo ciclo de la enseñanza secundaria sigue siendo difícil, mientras que algunos países ricos siguen esforzándose por volver casi universal ese ciclo.
Cuarta. Las políticas nacionales y las estrategias de desarrollo deben aportar una indicación más clara sobre cómo se satisfarán y financiarán las necesidades en materia de competencias de los jóvenes que viven en condiciones de pobreza en las ciudades. Muchos de estos jóvenes carecen de las competencias básicas y, por lo tanto, se ven aprisionados en empleos mal pagados y precarios en el sector no estructurado y son a menudo invisibles en las estrategias nacionales.
Quinta. Alrededor del 70% de los 1.400 millones de personas de todo el mundo que viven en condiciones de extrema pobreza se encuentran en zonas rurales, muchas de ellas trabajando como pequeños agricultores. Se deberá prestar mayor atención a sus necesidades en materia de competencias. Una vez que se ha brindado a los jóvenes que se encuentran en esta situación una segunda oportunidad de adquirir las competencias básicas, la formación en técnicas agrícolas podrá ayudarlos a mejorar su productividad. Las escuelas de campo para agricultores y la formación mediante cooperativas, que están en consonancia con las necesidades locales de los agricultores, tienen resultados particularmente satisfactorios.
Sexta. La adquisición de competencias por sí sola es insuficiente para las personas pobres más desfavorecidas de las ciudades y de las zonas rurales, entre ellas las que se dedican a actividades de subsistencia, como los vendedores ambulantes, los recolectores de desechos, los pequeños agricultores y quienes trabajan en casa. Algunos necesitan protección jurídica contra el acoso y el derecho a una formación para mejorar la rentabilidad de sus pequeños negocios.
Séptima. En numerosas regiones del mundo, las jóvenes trabajan durante largas horas en tareas domésticas y no estructuradas que pasan a menudo desapercibidas por los responsables de la formulación de políticas. Las mujeres asumen una pesada carga de trabajo y se topan con una discriminación en la educación y los mercados laborales, especialmente en las zonas rurales donde su movilidad suele ser muy restringida. Se debe hacer más por ayudar a las jóvenes a hacer un uso productivo de sus competencias brindándoles acceso a crédito y recursos.
Octava. Es necesario que los jóvenes adquieran competencias relativas a las TIC para lograr su plena participación en una economía cada vez más basada en el conocimiento. Las TIC pueden utilizarse también para impartir formación a un mayor número de jóvenes. Aun una tecnología básica como la radio puede desempeñar un papel importante para la adquisición de competencias, en particular para las personas que viven en zonas rurales remotas. Esos métodos se deberán seguir aplicando a fin de mejorar las posibilidades de formación para los jóvenes.
Novena. Muchos programas de formación no están suficientemente integrados en las estrategias de desarrollo nacionales. Es importante que los gobiernos dirijan la coordinación de la amplia gama de programas de adquisición de competencias y programas asociados a fin de velar por que estos respondan a las prioridades nacionales y se dirijan a los jóvenes más desfavorecidos. De ese modo se reducirá la fragmentación y la duplicación de esfuerzos, y se logrará un acceso equitativo.
Décima. Es una necesidad urgente disponer de más recursos para lograr que todos los jóvenes reciban una buena educación básica que llegue por lo menos hasta el primer ciclo de la enseñanza secundaria. Se requieren fondos suplementarios para apoyar programas de segunda oportunidad a una escala mucho mayor para quienes han quedado fuera del sistema educativo.
En Morelos, debemos prestar mayor atención a las necesidades de los jóvenes que se encuentran en desventaja en la educación y el desarrollo de competencias debido a su pobreza, su sexo u otros factores. La índole exacta y la magnitud de esas necesidades varían según el lugar donde viven, pero los programas y las acciones deben ir dirigidas a satisfacer sus necesidades en esta materia.
1 comentario:
Los decálogos nos encantan, en este artículo, una reseña que nos presenta 10 medidas para que los jóvenes de hoy estén a la altura de los requerimentos de mañana en nuestros países en vías de desarrollo...
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