publicado en la Jornada Morelos el 6 de julio de 2015
La evaluación en educación se centró por muchos
años en los resultados cuantitativos de los alumnos en sus exámenes. Después
incluyó a los profesores y a su desarrollo profesional, a las instituciones y
sus aspectos organizativos y sus recursos económicos, y a sus comunidades,
incluyendo a los familiares. Se considera que sólo desde una enseñanza de
calidad que dote al alumno de los instrumentos y las competencias cognitivas
necesarias para un desempeño ciudadano activo, se puede tratar de soslayar los
problemas de exclusión social asociados a la sociedad moderna. La educación
debe garantizar los cuatro pilares identificados por J. Delors (1996, Los
cuatro pilares de la Educación en La Educación encierra un Tesoro, París:
UNESCO): aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser.
Joan Mateo identificó que el problema principal
en la educación (La evaluación del profesorado y la gestión de la calidad de la
educación. Hacia un modelo comprensivo de la evaluación sistémica de la
docencia, Revista de Investigación Educativa 2000, Vol. 18, No. 1) “ya no era
tanto en la universalización de la enseñanza sino en garantizar a sus ciudadanos
el acceso a una educación de calidad”. No sólo es crecer cuantitativamente sino
gestionar correctamente la calidad de la educación y facilitar el acceso a todos
los ciudadanos a una educación de mayor exigencia. Asimismo, estableció que “en
los países occidentales los sistemas educativos, en cuanto a su orientación y
su evolución, responden a cuatro principios generales que dan soporte y
explican la aparición de un nuevo paradigma organizativo: La primacía de las
finalidades, que exige que las decisiones y la acción se orienten de una manera
prioritaria conforme a la voluntad de alcanzar los objetivos establecidos, en todos
los niveles del sistema, desde el aula hasta los niveles político-estratégicos;
El principio de solvencia comprobada, según el cual los agentes de todos los
niveles del sistema valoran y deben responder sistemáticamente por el grado de
logro de los objetivos; El principio de subsidiaridad, según el cual las
decisiones se han de tomar en el mismo nivel donde se produce su implementación,
y únicamente se delegan a un nivel superior de responsabilidad si los objetivos
no es posible obtenerlos de otra manera; y El principio de auto-organización y de
desarrollo continuo, según el cual los sistemas y sus componentes nunca están absolutamente
fijados, sino que están en continua transformación, bien sea por la propia retroalimentación
o bien reforzados por el entorno”.
La evaluación del profesorado requiere que el propio
sistema evaluativo se construya sobre la mejora de la escuela y la de los
profesores. Además, según J. H. Stronge será necesario tener en cuenta las
siguientes acciones (1997, Evaluating
Teaching. A guide to current thinking and best practice, Corwin Press): “Establecimiento de objetivos mutuamente beneficiosos;
Enfatización de la comunicación sistemática; Creación de un clima favorecedor de
la evaluación; Garantía en la aplicación técnica del sistema evaluativo; y Uso de
múltiples fuentes de datos”.
El Instituto Nacional para la Evaluación de la
Educación publicó un reporte de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) sobre la evaluación de la educación en México (Paulo
Santiago, Isobel McGregor, Deborah Nusche, Pedro Ravela y Diana Toledo,
Revisiones de la OCDE sobre la Evaluación en Educación, 2014, ISBN:
978-607-7675-60-0) que identificó: “los resultados del aprendizaje de los
alumnos en México están considerablemente por debajo del promedio de la OCDE… A
pesar de la impresionante expansión del sistema educativo en las últimas décadas,
el nivel del logro educativo sigue siendo un reto… Además, hay indicios de que
el logro académico está fuertemente influido por factores socioculturales”.
Para el desarrollo de políticas de evaluación
en México este reporte de la OCDE planteó las siguientes prioridades: “Mantener
los esfuerzos para fortalecer la evaluación, y poner mayor énfasis en su función
de mejora; Aprovechar la implementación de la reforma curricular para ampliar
los enfoques de la evaluación de los alumnos; Desarrollar estándares de enseñanza,
fortalecer la evaluación
de los docentes con miras a la mejora y establecer su certificación; Implantar un sistema integral y objetivo para evaluar a las escuelas; y Fortalecer el uso de información al nivel del sistema y llenar algunos vacíos de información en el sistema nacional de monitoreo”.
de los docentes con miras a la mejora y establecer su certificación; Implantar un sistema integral y objetivo para evaluar a las escuelas; y Fortalecer el uso de información al nivel del sistema y llenar algunos vacíos de información en el sistema nacional de monitoreo”.
Las
conclusiones de este reporte de la OCDE ponen en perspectiva lo que han sido tres
reclamos principales al sistema educativo mexicano:
Primero, los resultados de los alumnos están
fuertemente influidos por factores socioculturales, como concluyó una investigación
realizada por INEE sobre las evaluaciones nacionales de los alumnos de educación
básica: “existen enormes brechas educativas entre los alumnos dentro de un
mismo grado, que puede alcanzar el equivalente a más de cuatro años de educación;
en gran parte estas lagunas son el producto de las desigualdades sociales, que
se reproducen de manera muy similar en el sistema educativo; y las condiciones
socioculturales de los alumnos explican la mayor parte de las variaciones en el
desempeño educativo en México”.
Segundo, la evaluación de los maestros en
servicio es “fundamentalmente un mecanismo para otorgar recompensas, que se
basa principalmente en instrumentos que sólo miden la calidad de la enseñanza
de manera indirecta y no subraya el fomento de la mejora docente”.
Y tercero, la evaluación de los maestros no
está inmersa en una estructura de trayectoria docente claramente definida: “la
promoción es a través de un escalafón vertical que consiste únicamente en
ascensos a un puesto de gestión escolar, y no hay niveles de carrera en el
desarrollo docente, que permitan una mejor adecuación entre las competencias y
habilidades docentes y las tareas a realizar en las escuelas”.
En Morelos, debemos
establecer con firmeza que el propósito de la evaluación en educación no es
para controlar, para estimar el cumplimiento con la normatividad y para la
recompensa económica de los profesores; tampoco es para evaluar a los alumnos
con suma de puntos en exámenes de opción múltiple. El objetivo último de la evaluación
es mejorar el aprendizaje de los alumnos y la enseñanza de los docentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario