En cualquier empresa o negocio es imprescindible llevar las cuentas de los dineros: ingresos, egresos y aumentos en capital, entre otras variables; y conocer las ganancias o pérdidas. También, es imprescindible que cada país lleve sus cuentas nacionales y el producto interior bruto (PIB) es el indicador poderoso y ampliamente aceptado a nivel internacional para controlar las fluctuaciones de la actividad económica a corto y mediano plazos. A pesar de sus carencias, es aún la mejor medida de la eficacia de la economía de mercado. Sin embargo, en México y el mundo, hay una clara necesidad de complementar al PIB con estadísticas que cubran otros aspectos económicos, sociales y medioambientales, de los que depende de forma crucial el bienestar de los ciudadanos, como lo hemos ya mencionado en Crear futuros. Debemos poder calibrar con precisión a largo plazo los avances económicos y sociales y, en particular, la habilidad de una sociedad para abordar cuestiones tales como el cambio climático, la eficiencia de los recursos o la inclusión social.
La mayoría de los gobiernos han decidido avanzar al añadir de manera gradual distintos conceptos al PIB, ya que considera debe asegurar la información histórica del comportamiento económico. Además los nuevos modelos e indicadores deben mostrar sus bondades en el mediano y largo plazos, y no es bueno cambiar de sistema de cuentas en momentos de crisis económica como la que tuvo su máximo efecto a mediados del 2009.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) publicó en 2010 el documento Cuentas Económicas y Ecológicas de México 2003-2007, como un claro ejemplo de lo que está haciendo nuestro país dentro de esta visión y en el marco de su responsabilidad para elaborar el Sistemas de Cuentas Nacionales de México. El desarrollo alcanzado por este Sistema ha hecho posible incorporar al medio ambiente, con el fin de generar resultados recurrentes del Producto Interno Neto Ecológico (PINE) con periodicidad anual.
En la contabilidad económica, se pueden presentar en forma sintética la producción, el consumo y la acumulación mediante ciertas identidades básicas. La primera de ellas relaciona la oferta total con la utilización total de bienes y servicios de la economía; es decir, la suma de la producción bruta total más las importaciones es igual al consumo intermedio más el consumo final más la formación bruta de capital más las exportaciones. Una segunda identidad expresa que el PIB es igual a la diferencia del producto bruto total y el consumo de bienes y servicios utilizados en el proceso productivo. Por otra parte, el proceso económico se apoya en un conjunto de conceptos denominados bienes de capital (maquinaria, equipo, construcción e instalaciones), los cuales como consecuencia de su utilización registran un desgaste. Así, en la tercera identidad, se obtiene que el Producto Interno Neto (PIN) es el PIB menos el consumo de capital fijo. Es precisamente este desgaste de los activos fijos que permite incorporar los ajustes derivados de los recursos naturales y el medio ambiente para obtener el PINE. Ahora se consideran tres activos: los activos económicos producidos, que comprenden construcciones e instalaciones; maquinaria y equipo, así como al ganado reproductor y las mejoras de tierra, entre otros; los activos económicos no producidos que son utilizados en la producción, pero no provienen de proceso productivo alguno, como son el suelo, los bosques y los depósitos de minerales, entre otros, y finalmente los activos ambientales no producidos que son de origen natural y son afectados por la actividad económica y poseen características tales que no es posible establecer alguna propiedad sobre ellos; por ejemplo el aire y los océanos. Entonces, se define al PINE como la diferencia del PIN y los costos por agotamiento de los recursos naturales y por degradación del medio ambiente. Los costos por agotamiento son los cálculos monetarios que expresan el desgaste o pérdida de los recursos naturales (equivalentes a una depreciación), como consecuencia de su utilización en el proceso productivo. Y los costos por degradación son las estimaciones monetarias requeridas para restaurar el deterioro del ambiente ocasionado por las actividades económicas.
En el periodo 2003 a 2007, según este estudio, los costos totales por agotamiento y por degradación del ambiente equivalen al 8.6 por ciento promedio anual del PIB. Este es el esfuerzo presupuestal que la sociedad mexicana en su conjunto tendría que efectuar para remediar y prevenir el daño al medio ambiente como resultado de las actividades propias del ser humano, como producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Y esta cifra aumentará al incorporar a nuestras cuentas nacionales otros aspectos como la marginación social y la desigualdad económica.
Ya empezamos a identificar el esfuerzo económico mínimo necesario para avanzar hacia el desarrollo sustentable. Si incrementamos la inversión nacional en educación al 8 por ciento y en Ciencia y Tecnología al 2 por ciento, ambos del PIB, sería posible alcanzar antes nuestros objetivos.
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