publicado en La Jornada Morelos el 20 de junio de 2011
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo publicó en 2010 su vigésima edición del Informe sobre el Desarrollo Humano. Señala que mucho ha avanzado la humanidad y, sin embargo, existen numerosos retos por superar. Algunos provienen de las políticas públicas: las políticas de desarro¬llo deben basarse en los contextos locales y en principios generales sólidos. Además, en algu¬nos de estos contextos, muchos problemas superan la capacidad de los Estados y su reso¬lución demanda que primero existan institu¬ciones democráticas y responsables. También surgen desafíos desde el frente teórico: es nece¬sario analizar en profundidad la aparente falta de correlación entre crecimiento económico y avances en salud y educación. También se debe estudiar en detalle la multidimensionalidad de los objetivos de desarrollo y cómo influyen en la manera en que los concebimos.
Amartya Sen, en su prólogo al Informe 2010, señala que la publicación del primer Informe sobre Desarrollo Humano en 1990 sensibilizó al público sobre las implicancias reales del desarrollo y también tuvo un profundo efecto en la manera de considerar el progreso social por parte de autoridades, fun¬cionarios públicos, medios de comunicación, economistas y otros científicos sociales. En lugar de concentrarse en unos pocos indicadores tradicionales del progreso económico (como el producto interno bruto per cápita), el concepto de “desarrollo humano” proponía examinar sistemática¬mente una gran cantidad de información sobre cómo vive el ser humano en cada sociedad y cuáles son las libertades básicas de las que disfruta.
Sin embargo, continúa Sen, el problema de sustituir una simple cifra como el PIB por un torrente de cuadros (y un enorme conjunto de análisis relacionados) radica en las dificultades que implica el manejo de mayor cantidad de información. Por tal motivo y como alternativa explícita al PIB, se creó un índice sencillo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que consiguió bastante popularidad en el debate público, pero carece de cierto “refinamiento” que en alguna medida lo ase¬meje al PIB. Sin embargo, la enorme amplitud del enfoque del desarrollo humano no debe confundirse, como sucede a veces, con el estrecho rango del IDH.
En general, según los datos del Informe 2010, las personas hoy son más saludables, más educadas y más ricas que nunca antes en la historia, y tienen más capacidad para elegir a sus líderes y exigirles responsabilidad por sus actos. El IDH mundial promedio ha aumentado 18% en los últimos 10 años (y 41% desde 1970). Esto refleja el progreso obtenido en cuanto a espe¬ranza de vida, matriculación escolar, alfabetiza¬ción e ingresos. Sin embargo, la variabilidad y la volatilidad son muy agudas en algunos casos. Este avance ha beneficiado a casi todos los países. De 135 países de la muestra de 1970-2010, donde vive el 92% de la población mun¬dial, sólo en 3, la República Democrática del Congo, Zambia y Zimbabue, el IDH es menor hoy que en 1970.
Los datos que presenta el Informe 2010 sobre México son muy desalentadores. Para el año 2010, nuestro país se encontraba a nivel mundial en el lugar 56 si es evaluado con el IDH y del año 2005 al 2010 bajamos dos lugares. Si el IDH es ajustado por desigualdad entonces bajamos nueve lugares y si el IDH es ajustado por desigualdad de género entonces bajamos 12 lugares. Por lo que descenderíamos de tener un IDH alto a un IDH medio. Confirmamos nuevamente que el gobierno mexicano ciertamente no está teniendo resultados satisfactorios si comparamos nuestro desarrollo con el del resto de los países.
¿Cómo podemos contribuir a la formulación de políticas que hagan avanzar nuestro desarrollo? se pregunta el Informe 2010. Nos recuerda que en todo el mundo se diseñan e implementan políticas públicas cada día y las instituciones de desarrollo y los inves¬tigadores son los llamados a prestar la asesoría necesaria. Para ello, retomemos dos ideas básicas del Informe 2010:
Pensar primero en los principios generales, pregun¬tarse si una política en particular es buena para el desarrollo humano no es lo más adecuado, ya que muchas políticas pueden funcionar en algunos contextos pero no en otros. En este sentido, es mejor preguntar qué principios podemos utilizar para eva¬luar distintas opciones de políticas. Algu¬nos ejemplos incluyen poner la equidad y el combate a la pobreza en primer lugar, y
Tomar el contexto local en serio, la capacidad del Estado y las limitaciones políticas son dos ejemplos de cómo y por qué el contexto no debe ignorarse. Con frecuencia, el fracaso de una política se debe a que se ha dado por hecho la existencia de un Estado o un sis¬tema regulatorio que funciona bien o que puede ser creado o trasplantado fácilmente. De forma similar, las medidas naciona¬les que ignoran la economía política más general corren riesgo de fallar. Los dise¬ños que no se basan en un entendimiento de la realidad institucional pierden toda aplicabilidad.
En Morelos, definamos nuestros principios e identifiquemos nuestro contexto con realismo, hay los conocimientos para mejorar la calidad y elevar el nivel de vida de cada persona.
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