Existen
diferentes tipos de instituciones de educación superior y cada uno tiene sus
fines y beneficios específicos para la sociedad. Las llamadas universidades de
investigación, dedicadas a la educación con énfasis en el posgrado y la
investigación, son las que mayor responsabilidad tienen para que un país alcance
competitividad a nivel de clase mundial y transite de una sociedad de la
información a una sociedad del conocimiento. La innovación incremental permite
a las empresas y a los países mejorar de forma continua pero lenta su
eficiencia y eficacia. Sin embargo, los cambios radicales que se han producido
en las áreas tecnológicas y económicas en los últimos años se deben a la innovación
basada en conocimiento, que es la que lleva una idea a su explotación comercial
cada vez en un tiempo más corto. Esta innovación basada en conocimiento no se
puede llevar a cabo sin una vinculación estrecha entre las universidades de
investigación y las empresas, en especial las de alta tecnología.
El
Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos, a través de su Comité
sobre Universidades de Investigación, elaboró en septiembre de 2012 un reporte
sobre la importancia de este tipo de universidades en el futuro de ese país (Research
Universities and the Future of America, report by Committee on Research
Universities; Board on Higher Education and Workforce; Policy and Global
Affairs; National Research Council, 2012. ISBN 978-0-309-22428-4, copyright ©
national academy of sciences). Reconoce que sus Universidades de Investigación
enfrentan un conjunto de retos que van desde grandes fluctuaciones en los
presupuestos totales anuales asignados y políticas y prácticas anticuadas,
hasta una cada vez mayor competencia con universidades extranjeras. Sin
embargo, el motor de ese país es la innovación: los avances en ideas, productos
y procesos que crean nuevas industrias y empleos, contribuyen a la salud y
seguridad, y permiten altos niveles de vida. En los últimos cincuenta años, la
innovación ha sido realizada cada vez más por el conocimiento que producen las
personas educadas. La fuente más importante de nuevo conocimiento y de
graduados con habilidades avanzadas son las Universidades de Investigación. Por
lo tanto, es fundamental reafirmar y revitalizar, como nación, la asociación
única que ha existido por muchos años entre las universidades de investigación,
el gobierno federal, los gobiernos estatales, los filántropos y las empresas.
En
la medida que Estados Unidos persigue el crecimiento económico y otras metas
nacionales, las universidades de investigación han emergido como el recurso más
importante, indica el estudio. Además, esto no sucedió por mero accidente, sino
que corresponde a una visión de futuro y a políticas creadas exprofeso por el gobierno
estadounidense. En 1862, se promulgó el Decreto Morrill que establecía una
colaboración entre el gobierno federal y los estados para construir
universidades que afrontaran los retos de crear una agricultura moderna y una
economía industrial para el Siglo XX. La colaboración entre el gobierno y las
universidades se expandió en los 1950 y 1960 para apoyar la seguridad nacional,
la salud pública y el crecimiento económico. A través de esta alianza extendida
es que la investigación básica –la fuente de nuevas ideas en el largo plazo-
fue financiada cada vez más por el gobierno federal y concentrada
mayoritariamente en las universidades de investigación.
Esta
asociación, que con el tiempo incluyó a la industria y la filantropía, trajo
enormes beneficios económicos y de calidad de vida al país, apunta el
documento. Las universidades de este tipo han jugado un papel fundamental en el
descubrimiento y uso de láseres, radares, insulina sintética, anticoagulantes,
imágenes por resonancia magnética, computadoras y combustible para cohetes,
entre muchos otros. Además, los egresados talentosos han creado nuevas empresas
que han empleado a millones de personas.
El
estudio plantea que el fortalecimiento necesario de esta asociación única
requiere de, entre otros: compromisos balanceados entre los socios para señalar
pautas y políticas que impulsen la generación de conocimiento para avanzar en
un mundo competitivo; acuerdos para que los asociados provean fondos de manera
equitativa; flexibilidad suficiente para adecuar las diferencias de pensamiento
y de tiempo de respuesta entre las universidades y los otros actores; esfuerzos
prolongados por décadas que permitan resolver retos y aprovechar oportunidades
en la medida que vayan apareciendo, y apoyos al amplio espectro de las
universidades de investigación, tanto a todas las áreas académicas como a las
profesionales.
En
Morelos, analicemos con cuidado algunas de las recomendaciones planteadas en el
estudio: establecer políticas públicas y financiamiento para garantizar que las
universidades coadyuven en la consecución de un futuro promisorio; proveer de
mayor autonomía académica y organizativa a las universidades para que puedan
responder de manera oportuna a los nuevos retos y oportunidades; facilitar la
transferencia de conocimiento de las universidades a las empresas; aumentar el
costo-efectividad y la productividad de las universidades; crear un fondo de
inversión estratégico para que las universidades eduquen e investiguen en temas
de prioridad local; modificar los reglamentos de los programas de posgrado para
atraer estudiantes talentosos, reducir tasas de deserción, disminuir tiempos de
graduación, ofrecer bolsas de becas y alinear la oferta educativa con los
intereses regionales; garantizar la equidad entre sexos, y atraer la
participación de alumnos y profesores extranjeros.
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