La incertidumbre que rodea a la economía mundial
es, sin duda, una de las más grandes que tengamos memoria, sólo comparable en
términos económicos a la que rodeó a la Gran Depresión de los años treinta. En
Europa, la crisis financiera ha comenzado a vincularse en forma compleja a la
crisis fiscal de varios de los países de la zona del euro y se ha amenazado la
estabilidad de la unión monetaria, por lo que ya se ha condenado a Europa a una
década perdida y quizás más. En Estados Unidos, la relativa debilidad del
proceso de reactivación económica se combina ahora con la amenaza inmediata
llamada “precipicio fiscal” que podría experimentar ese país a comienzos de
2013. De suceder, la Oficina de Presupuesto del Congreso de ese país considera
que se daría lugar a un ajuste fiscal inmediato del 5.1% del PIB que produciría
una recesión en el primer semestre del próximo año. Las principales
consecuencias para Latinoamérica se producirán a través del comercio internacional,
ya que nuestros países apostaron exclusivamente al desarrollo exportador
siguiendo, además, una estrategia más bien pasiva, que otorgaba poco énfasis al
contenido tecnológico de la canasta exportadora.
José
Antonio Ocampo, ex Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL) y actual profesor de la
Universidad de Columbia, en Estados Unidos, presentó una ponencia en el
seminario conmemorativo del quincuagésimo aniversario del Instituto
Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES),
realizado en julio de 2012, que tituló “La historia y los retos del desarrollo latinoamericano”.
La CEPAL publicó dicha ponencia en noviembre de 2012 (Publicación de las
Naciones Unidas, LC/L.3546, LC/IP/L.322, Copyright © Naciones Unidas, diciembre
de 2012). En este documento se plantean un conjunto de legados históricos y
escenarios internacionales previsibles que llaman la atención sobre la necesidad
de repensar a fondo los patrones y estrategias del desarrollo latinoamericano.
El
autor señala que, en materia macroeconómica, es necesario consolidar lo que ya
se ha logrado en reducción de la inflación, sostenibilidad fiscal y disminución
del endeudamiento externo neto. Pero también es evidente que queda mucho más
que hacer para reducir la histórica vulnerabilidad externa de las economías
latinoamericanas. Asimismo, en materia social, el reto principal es tratar no
sólo de avanzar en la mejora de los indicadores de desarrollo humano y reducir
la pobreza, sino de enfocar la atención en la desigualdad misma.
La
tarea por realizar tiene tres elementos básicos, indica el autor: primero, creación
de capacidades, en particular, dada la etapa actual de desarrollo de la región,
en el acceso a la educación secundaria y superior y en la calidad de la
educación que reciben los sectores de menores ingresos en todos los niveles;
segundo, desarrollo de sistemas universales de protección social, cuya
prioridad es, entre otras, la lucha contra la segmentación en la provisión de
servicios, que implica en particular que la calidad de los servicios sea muy
diferente para distintos sectores sociales, y tercero, realizar un mayor
esfuerzo de redistribución fiscal, tanto por la vía del sistema tributario como
del gasto público.
Siguiendo
las enseñanzas de la historia, propone el autor, los avances no serán duraderos
si no se articulan con las necesarias transformaciones tecnológicas y
productivas. El tema clave en este campo es la generación de empleos de
calidad, en términos de calificación, estabilidad laboral y acceso a la
protección social. Los retos son incluso mayores en términos de desarrollo
productivo, esencial para superar el crecimiento económico, que ha sido frustrante
para muchos países latinoamericanos durante la fase de reformas de mercado, especialmente
en materia de productividad. El objetivo de alcanzar altas tasas de crecimiento
no se logrará solo con una macroeconomía sana ni con la mera especialización acorde
con las ventajas comparativas estáticas. Se requieren también políticas
productivas activas, un tema que fue explícitamente excluido de la agenda de
los gobiernos durante la fase de reformas de mercado libre. Más aún, se
requiere un gran avance en la formulación de políticas tecnológicas activas.
El
lento dinamismo previsible del comercio internacional hace aún más necesario
repensar la tarea de mejorar la competitividad y la calidad de la canasta
exportadora, así como el equilibrio entre el mercado interno y el externo,
asegura el autor. En tal sentido, podrían considerarse tres alternativas, que
en realidad no son excluyentes: primera, recuperar la atención en el mercado
interno por los efectos positivos en las tendencias sociales al dinamizar el consumo
de la mayoría de la población; segunda, otorgar un peso creciente al mercado
interno ampliado, revitalizando a fondo los procesos de integración regionales,
y tercera, diversificar la canasta exportadora, incluyendo objetivos explícitos
de mejora del contenido tecnológico y, al mismo tiempo, manteniendo la atención
en ampliar el mercado con las economías asiáticas dinámicas.
En
Morelos es necesario reforzar la planificación, como sugiere el autor. En un
contexto de alta incertidumbre, su función básica es contribuir a elaborar una
visión y una orientación estratégicas, basadas en un análisis de los escenarios
previsibles y en su impacto posible sobre los distintos mercados. Su propósito
fundamental es ayudar a orientar las acciones de los agentes públicos y
privados a través de un proceso en el que participen los distintos agentes
sociales. Debe estar acompañada, además, de una capacidad de coordinar las
actividades estatales orientadas a alcanzar los objetivos estratégicos y a
evaluar las acciones de los organismos del Estado en tal sentido. Esas
actividades, es decir, la prospectiva, la participación, la coordinación y la
evaluación, constituyen lo que podríamos denominar las funciones básicas de la
planificación. Todo ello debe formar parte de la tarea más amplia de fortalecer
la institucionalidad estatal y, en especial, el desarrollo de un aparato
administrativo capaz de ayudar a la sociedad a cumplir las funciones de
provisión de bienes y servicios de interés colectivo, dentro de la particular
combinación entre Estado y mercado que cada sociedad defina sobre la base de
sus propios procesos democráticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario