Las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) son
las mayores generadoras de empleo en América Latina. Un aumento en su productividad
debe redundar en una mejora de los salarios y las condiciones laborales de sus
empleados. Éstas enfrentan múltiples obstáculos que dificultan su inserción en
las cadenas globales de valor; la falta de acceso a financiamiento, técnicas ineficientes
de producción y de administración, información escasa sobre los mercados
internacionales, dificultades para cumplir con las normas de calidad y los
plazos, y la falta de capacidad para cumplir con la escala demandada, entre
otras. El fortalecimiento de sus capacidades tecnológicas (entendidas como la
habilidad para usar, modificar y crear nuevas tecnologías) es un elemento
fundamental para superar esos obstáculos y generar innovaciones protegiendo al
medio ambiente.
Federico
Stezano, consultor de la Unidad de Comercio Internacional e Industria, de la
Sede Subregional en México de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), escribió el documento titulado “Políticas para la inserción de las microempresas
y las pequeñas y medianas empresas en cadenas globales de valor en América Latina”
en la Serie Estudios y perspectivas - México - N° 146, de la CEPAL (Publicación
de las Naciones Unidas, ISSN 1680-8800, LC/L.3700, LC/MEX/L.1106, Copyright ©
Naciones Unidas, agosto de 2013). Describe un marco conceptual de las políticas
de apoyo a las mipymes basado en una revisión detallada de obras teóricas y
empíricas sobre este tema, poniendo un énfasis particular en los instrumentos
de política que facilitan la inserción de este grupo de empresas en cadenas mundiales
de valor y su internacionalización mediante diversos procesos de innovación tecnológica
y modernización de estas organizaciones.
En
América Latina se utilizan principalmente dos criterios para definir el tamaño
de las unidades productivas: i) el número de personal empleado por cada
empresa, y ii) el monto de las ventas. El documento señala que las mipymes de
la región son actores clave en las estructuras económicas nacionales si se
tienen en cuenta: i) su proporción en el número total de empresas, ii) su contribución
al empleo, y iii) en menor medida, su contribución al producto interno bruto. En
América Latina, representan al 99 por ciento de las empresas y emplean a cerca
del 67 por ciento de los trabajadores. Además, con respecto a la producción, la
contribución de las pymes va desde el 41 por ciento en Argentina hasta el 16
por ciento en Ecuador. Sin embargo, la importancia de las mipymes en la región
es menor cuando se consideran la proporción de las exportaciones nacionales que
corresponden a las mipymes y la productividad de éstas.
En
la economía actual, diversos factores, como la reducción de los costos del
transporte de mercancías, la liberalización del comercio y de la inversión
extranjera directa (IED) por medio de múltiples acuerdos bilaterales y multilaterales,
los procesos de integración regional y los tratados de inversión, han conducido
a la redefinición de las estrategias empresariales a escala global de las
empresas transnacionales, establece el documento. En el concepto de cadena
global de valor como instrumento analítico se considera el peso decisivo de la
integración internacional de las economías nacionales. Por tanto, el enfoque
basado en las cadenas globales de valor permite analizar de qué manera las
relaciones comerciales internacionales afectan a las dinámicas nacionales.
En
la formulación de futuras políticas que promuevan la internacionalización de
las mipymes de América Latina y su inserción en cadenas globales de valor deben
considerarse tres elementos de capital importancia, apunta el documento:
innovación, coordinación institucional y financiamiento.
Existe
un vínculo importante entre las capacidades de innovación y de exportación de
las mipymes. En distintos estudios, indica el documento, se ha observado que
las empresas con mayores capacidades innovadoras y que se insertan en procesos
dinámicos de aprendizaje tecnológico son aquellas que establecen más vínculos
con otros agentes como, por ejemplo, sus clientes, sus proveedores y otras fuentes
externas de conocimiento. También, las mipymes que logran integrarse en cadenas
globales de valor se enfrentan a la paradoja de que, aunque su reducido tamaño
les proporciona ciertas ventajas competitivas, los procesos de integración comercial
en mercados internacionales exigen procesos eficientes de gestión en los planos
corporativo, de negocio y funcionales, además de altos niveles de experiencia y
aptitudes de los que no todas las mipymes pueden dotarse con sus recursos
actuales. De ahí la necesidad que tienen de integrarse en procesos de apoyo
especial que les permitan contar con nuevos sistemas de información, nuevas tecnologías
y nuevos productos. Por último, el acceso al financiamiento es un terreno de
intervención fundamental que obstaculiza la inserción de las pymes latinoamericanas
en las cadenas globales de valor.
En
Morelos, debemos contar con políticas constituidas por diversos tipos de
instrumentos y que no reproduzcan un solo modelo, ya que los beneficiarios son
agentes con necesidades, capacidades y desafíos diferenciados. Las restricciones
con que tropiezan las mipymes también son distintas unas de otras. En ocasiones,
consisten en limitaciones organizacionales internas, mientras que, en otros
casos, están relacionadas con entornos desfavorables de su sector de actividad,
del entorno económico, de la cadena productiva o del complejo productivo, o bien
son de índole macroeconómica. Además, es indispensable tener una visión
integral de las políticas, que establezca una coordinación de los programas e
instrumentos, incorporados a una estrategia global y a largo plazo, y con
mecanismos de evaluación sistemáticos que sustenten prácticas de
retroinformación sobre los programas aplicados para apoyar procesos de
aprendizaje institucional.
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