El número de personas y comunidades que se
encuentran en riesgo de sufrir daños severos a causa de fenómenos naturales es
mayor que nunca y, en los países en desarrollo, éste seguirá creciendo. Cada
vez es más común enterarnos o estar afectados por desastres ocasionados por
huracanes, lluvias torrenciales, terremotos, sequías y epidemias. Por un lado,
la falta de respeto a nuestros ecosistemas y la construcción de infraestructura
inadecuada nos hacen más vulnerables. Por otro, la falta de cultura para
protegernos y responder a emergencias aumenta la cantidad de víctimas. ¿Cómo
anticipar los eventos, limitar sus impactos negativos y posibilitar una
recuperación más rápida?
La
Oficina del Profesor John Beddington, asesor científico en jefe del gobierno
inglés y director de la oficina de gobierno para la ciencia, en Inglaterra,
publicó un reporte sobre cómo reducir los riesgos de desastres futuros (Foresight
Reducing Risks of Future Disasters: Priorities for Decision Makers (2012). Final Project Report. The
Government Office for Science, London). El
propósito es, pensando al año 2040, conocer cómo la ciencia puede utilizar la
evidencia recolectada para entender la evolución del riesgo de desastres en el
futuro, cómo éstos pueden ser anticipados y las acciones prácticas que deben
ser tomadas para reducir sus impactos negativos.
Una
revisión de los desastres pasados y presentes muestra que los daños pueden ser
extremadamente diferentes en su naturaleza, operan en una amplia gama de
escalas espaciales y se desarrollan en muy diferentes rangos de tiempo. En los
últimos 20 años y a nivel mundial, según el reporte, los desastres naturales
han matado 1.3 millones de personas y causado daños económicos por 25 billones
de pesos. Las sequías, terremotos y tormentas son las causas principales de muertes
por desastres en los últimos 40 años. Los impactos indirectos son menos
visibles pero tienen el potencial de arruinar la calidad de vida por muchos
años. Un mensaje clave del reporte es que las consecuencias de ambos impactos,
directos e indirectos, no son bien entendidos y están pobremente documentados,
por lo que seguramente las cifras están subestimadas. Ejemplos de impactos
indirectos son: disrupción del flujo comercial, reducción del incentivo por
ahorrar e invertir y la desnutrición infantil.
Los
determinantes principales del riesgo de un desastre, establecidos en el
reporte, son: la magnitud del peligro, la exposición y la vulnerabilidad.
Además, los desastres estarán influenciados en el futuro por tres causas
principales: el cambio ambiental global, el cambio demográfico y la
urbanización. Los cambios ambientales y demográficos continuarán en la próximas
tres décadas, ocasionando mayor exposición al peligro y aumentando la
vulnerabilidad, así como reduciendo la resiliencia de la comunidad e incrementando
la incertidumbre de la población. También, la velocidad de la urbanización en
los países en desarrollo, sin diseño y planeación apropiados, incrementará el
impacto negativo de los desastres. En este momento, ocho de las diez ciudades
más pobladas en el mundo están en riesgo de ser afectadas severamente por un
temblor y seis de las diez son vulnerables al surgimiento de tormentas y
tsunamis.
Mejorar
la comprensión científica de los peligros es crucial para predecir con mayor
precisión los riesgos. Los avances científicos en el conocimiento del riesgo de
desastres naturales ya han ayudado a salvar muchas vidas, indica el reporte:
por ejemplo, la predicción avanzada de la formación de ciclones tropicales o
los sistemas de alerta temprana de inundaciones. Sin embargo, el estado actual
de la predicción de peligros varía entre los tipos de desastres y entre las regiones
del mundo. El reporte presenta resultados específicos sobre peligros
hidrometeorológicos, inundaciones, sequías, terremotos, erupciones volcánicas,
tsunamis y epidemias infecciosas de humanos y animales.
El
reporte concluye que también es necesario un cambio cultural, no sólo entre los
que se identifican trabajando en el riesgo de desastres, si no especialmente
los que están preocupados por el desarrollo sustentable de los países. Todos
los tomadores de decisiones, ya sea en los sectores público, privado y social,
necesitan considerar el impacto de sus acciones sobre el riesgo de los
desastres. La nueva cultura debe usar de manera rutinaria la mejor evidencia
disponible sobre el riesgo de desastres para tomar decisiones informadas en un
amplio rango de temas. De no ser así, los beneficios del desarrollo, ya sean
empleos creados u hospitales construidos, permanecerán en riesgo de ser
destruidos por los desastres venideros.
En
Morelos, debemos ser conscientes del aumento en el número de desastres naturales
durante las próximas décadas. Sin embargo, el conocimiento científico tendrá un
papel muy importante en la evaluación de los peligros futuros y sus impactos,
para desarrollar sistemas de alarma temprana más efectivos y tomar acciones
decisivas en la reducción del riesgo de los desastres. Es fundamental disminuir
la vulnerabilidad de nuestras comunidades.
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