Una mayor conciencia de los impactos
ambientales de la producción y comercialización de
productos ha dado lugar a que las empresas
comiencen a ser evaluadas no sólo por su capacidad de proveer productos y
servicios de calidad, sino también por su capacidad de balancear los aspectos económicos,
sociales, ambientales e institucionales, es decir por su sustentabilidad. En
este contexto, las grandes empresas han ido incorporando el cambio climático en
sus estrategias y procesos de toma de decisiones. Sin embargo, un importante
desafío es incorporar también esta temática en las agendas de las empresas de
menor tamaño. Es fundamental que los gobiernos establezcan políticas públicas,
con estrategias y acciones específicas, que impulsen y fomenten la integración
de todas las empresas en el camino del desarrollo sustentable.
Alicia
Frohmann y Ximena Olmos, consultoras de la División de Comercio Internacional e
Integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
escribieron el documento “Huella de carbono, exportaciones, y estrategias
empresariales frente al cambio climático”, publicado en la Colección documentos
de proyectos de la CEPAL (LC/W.559, copyright
© Naciones Unidas, septiembre de 2013. Impreso en Naciones Unidas, Santiago de
Chile). El objetivo de esta publicación es aportar al conocimiento y difusión
de experiencias exitosas de empresas en latinoamérica, incluyendo las principales
motivaciones, las metodologías de cálculo de la “huella de carbono” (es decir,
la cantidad de carbono que se emite a la atmósfera por cada actividad que
realizamos) y el tipo de alianzas empresariales o público-privadas que estuvieron
presentes. Con ese recuento analítico, esperan generar insumos para la
formulación de políticas públicas en países de la región y también incentivar
los proyectos que están desarrollando los empresarios del sector exportador.
Las
autoras se preguntan ¿Por qué reducir las emisiones? Y enseguida plantean los
beneficios más importantes: primero, colabora en aminorar o retardar los
efectos del cambio climático, manteniendo por más tiempo las condiciones que permiten
desarrollar determinadas actividades en ciertas localidades; segundo, detecta
ineficiencias en los procesos productivos de las empresas y coopera en su
mejora, pues ayuda a identificar aquellos procesos o insumos que requieren de ajustes
o deben ser cambiados; tercero, modifica los comportamientos de las personas
que son parte de la empresa, ya que genera una conciencia personal sobre el
tema y ésta se traslada a los hogares; cuarto, fortalece la marca del producto
y éste se hace más competitivo en los mercados internacionales, y quinto, crea
oportunidades de avanzar en otros temas ambientales como la gestión de los
residuos y del agua, que están comenzando a abrirse paso como requerimientos en
los mercados internacionales. Sin duda, incorporar estas variables requiere de
un esfuerzo importante, pero las oportunidades de ganancias que se abren llegan
a compensarlo.
El
primer desafío de las empresas al decidir calcular su huella de carbono, es
definir la metodología que utilizarán. Según las autoras, las grandes empresas
parecen haber privilegiado en principio realizar inventarios corporativos (por
ejemplo, utilizando el GHG Protocol de la OECD). Otro de los obstáculos
más mencionados a la hora de avanzar hacia la reducción de emisiones son los
altos costos involucrados, ya que para la gran mayoría de los empresas, comenzar
a utilizar energías renovables, cambiar sus procesos internos para reducir al
mínimo las emisiones o el uso de insumos menos intensivos en carbono, pueden
ser pasos que requieren de fuertes incentivos por parte de los gobiernos; por
ejemplo, los mercados de comercio de emisiones globales de carbono, impuestos,
regulaciones y estándares. Todos ellos tienen en común un horizonte bastante
estable en el tiempo, lo que a juicio de los empresarios les permitiría recuperar
en un plazo adecuado las inversiones realizadas. Sin embargo, en la medida que
las empresas han comenzado a informar sobre los planes de reducción, se está confirmando
que este obstáculo va decreciendo con el paso de los años.
Algunas
guías para que los formuladores de política las tengan en cuenta han sido
recopiladas por las autoras y proponen avanzar en: una mayor armonización de
los métodos de presentación de informes de los gases de efecto invernadero
(GEI); definir claramente el alcance y los límites de las emisiones de las
empresas para contar con información completa e incentivar la reducción de
emisiones; fortalecer la calidad y credibilidad de la información sobre las
emisiones de GEI; incentivos y señales de precios que permitan estimular el
potencial de reducción de las emisiones de las empresas; orientar el
establecimiento de objetivos de reducción de emisiones de GEI; apoyar en el
trabajo de las empresas con sus proveedores, especialmente a través de la
cooperación internacional; movilizar a los consumidores y aumentar en ellos la
confianza en las empresas, básicamente a través de la educación en estos temas;
generar un marco regulatorio que legitime un consumo de calidad, como las
regulaciones en torno al etiquetado energético, y eco-etiquetado como impulsor
de iniciativas sustentables en los negocios. Finalmente, llaman la atención
sobre el alto nivel de supervisión necesario, al considerar distintos niveles de
progreso, y sobre la necesidad de que al mismo tiempo dicho sistema sea simple.
En
Morelos, el rol de las políticas públicas en la implantación de programas de
medición de emisiones y sustentabilidad ambiental es crucial, y se deben emprender
proyectos de medición de huella de carbono o ambiental de sectores relevantes,
con el propósito de que tanto el sector público como el privado puedan tomar
medidas de reducción de emisiones. En particular, financiando parcialmente proyectos
privados de cálculo y reducción de la huella, de acceso a la información y de
cooperación técnica.
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