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En los últimos años, el mundo ha
padecido conmociones financieras y económicas que han alterado la economía
mundial y han provocado pérdida de ingresos, empleos y estabilidad social.
Asimismo, diversos desastres naturales de gran intensidad han devastado
comunidades enteras en Filipinas, Haití, Japón y México, entre otros países, dejando
a su paso una estela de muertes y pérdidas económicas. Ha crecido la preocupación
por el calentamiento de la Tierra, al igual que los temores por la propagación
de enfermedades mortales contagiosas. También, existe preocupación deriva de
las oportunidades de desarrollo que se pierden cuando no se asumen los riesgos
necesarios. Para aprovechar las oportunidades es imprescindible asumir riesgos,
pero muchas personas a menudo se resisten a hacerlo por temor a las posibles
consecuencias negativas. Sin embargo, la inacción puede confinar a los
individuos a una situación vulnerable frente a las perturbaciones negativas y
con aún menos capacidad para aprovechar las oportunidades que podrían mejorar
su calidad de vida.
El Banco Mundial presentó
recientemente el informe “Riesgo y oportunidad: la administración del riesgo
como instrumento de desarrollo” (Banco Mundial. 2013. Informe sobre el
desarrollo mundial 2014. Panorama general: Riesgo y oportunidad. La
administración del riesgo como instrumento de desarrollo. Washington, DC: Banco
Mundial. Licencia: Creative Commons
Reconocimiento CC BY 3.0), que fue elaborado por un equipo dirigido por Norman
Loayza, junto con Inci Ötker-Robe. En este informe se insta a los individuos y
a las instituciones a administrar los riesgos de manera proactiva y
sistemática, en vez de sólo luchar contra las crisis cuando ya se han
producido. Hay numerosas pruebas que indican que reconocer el riesgo y
prepararse para enfrentarlo puede traer enormes beneficios. También, es una
valiosa guía tanto para incorporar la administración del riesgo en los
programas internacionales de desarrollo como para ayudar a los países y las comunidades
a fortalecer sus propios sistemas de administración del riesgo. Advierte que el
mayor riesgo es el de no asumir ningún riesgo.
El riesgo es una carga, pero
también una oportunidad, asegura el informe y pregunta: ¿Por qué preocuparse por el riesgo? En los últimos años, la economía
mundial se ha visto alterada por numerosas crisis que han generado importantes
consecuencias negativas en el desarrollo. A causa de la crisis financiera
mundial de 2008 y 2009, la mayor parte de las economías de todo el mundo
sufrieron importantes caídas en las tasas de crecimiento, con las consiguientes
pérdidas de ingresos y empleos y retrocesos en las iniciativas de reducción de
la pobreza. Cuando los precios de los alimentos aumentaron abruptamente en
2008, se produjeron revueltas en más de 12 países de África y Asia, lo que reflejó
el descontento y la inseguridad de la población y provocó malestar político
generalizado. El tsunami de 2004 en Asia, el terremoto de 2010 en Haití y el
desastre múltiple de 2011 en el noreste de Japón (por nombrar solo algunos
episodios) han dejado decenas de miles de muertes y pérdidas económicas que
ejemplifican el incremento en la frecuencia y la intensidad de los desastres
naturales. De hecho, las crisis económicas y los desastres de gran magnitud que
se han registrado en los últimos años y los que pueden producirse en el futuro
ponen de relieve la vulnerabilidad de las personas, las comunidades y los
países ante riesgos sistémicos, en particular en las naciones en desarrollo.
Los riesgos idiosincráticos,
específicos de las personas o de los hogares, no son menos importantes para el
bienestar de la población. Perder el empleo o no encontrar trabajo por carecer
de las capacidades adecuadas, ser víctima de una enfermedad o de delitos,
sufrir una ruptura familiar a causa de las dificultades financieras o verse
obligados a emigrar son situaciones que pueden resultar abrumadoras, en
particular para las familias y las personas vulnerables. Los gastos en salud
generados por altos niveles de violencia y delitos representan cada año entre
el 0,3% y el 5,0% del producto interno bruto (PIB) de diversos países de
América Latina, y esto sin considerar el impacto del delito en la pérdida de
producto como consecuencia de la caída de la inversión y la participación en la
fuerza laboral.
La administración del riesgo
puede salvar vidas, evitar daños y prevenir retrocesos en el desarrollo, y
abrir nuevas oportunidades, señala el informe. Frente a las distintas
alternativas para mejorar su calidad de vida, las personas toman prácticamente
todas sus decisiones en un contexto de incertidumbre. Los jóvenes deciden qué
estudiar o en qué capacitarse sin saber exactamente qué empleos y qué salarios
encontrarán cuando se incorporen al mercado laboral. Los adultos deciden cuánto
y cómo ahorrar para su jubilación en un contexto de incertidumbre respecto de
su ingreso futuro, de la rentabilidad de sus inversiones, de su estado de salud
y de los años de vida que les restan. Los agricultores deciden qué sembrar y
qué insumos utilizar sin saber con certeza si sus cultivos recibirán lluvia
suficiente y sin conocer qué demanda y qué precios tendrán sus productos en el
mercado. Y los Gobiernos deciden el nivel de las tasas de política monetaria y
del déficit fiscal en presencia de condiciones externas inciertas, índices
inciertos de aumento de la productividad interna y cambios desconocidos en los
mercados financieros.
Las observaciones derivadas
de la economía de la decisión en contextos inciertos conforman un marco
analítico para la administración del riesgo y, según el informe, está conformado
por una serie de pasos conexos: Evaluar los objetivos y motivaciones fundamentales de la administración del riesgo; comprender el
entorno en el que surgen los riesgos y las oportunidades; analizar qué conlleva
la administración del riesgo; evaluar
los principales obstáculos
que enfrentan los
individuos y las sociedades para administrar el riesgo, incluidas las
limitaciones de recursos, información e incentivos; e incorporar la función que
pueden desempeñar los grupos y la acción colectiva en distintos niveles de la
sociedad para superar los obstáculos que enfrentan las personas a la hora de
administrar el riesgo.
Si administrar el riesgo
permite salvar vidas, evitar perjuicios económicos y abrir nuevas oportunidades
—y más aún: si la administración del riesgo es eficiente en función de sus
costos y sus elementos fundamentales se comprenden bien—, ¿por qué las personas
y las sociedades no son más eficaces en esta tarea?, establece el informe. Si
bien la respuesta específica varía en cada caso, siempre se relaciona con los
obstáculos y las limitaciones que deben enfrentar los individuos y las
sociedades, entre las que figuran la falta de recursos y de información, fallas
de conocimiento y en la conducta, ausencia de mercados y de bienes públicos, y
externalidades sociales y económicas. Esta observación conduce a una conclusión
importante. No basta con detectar los riesgos: también se deben detectar,
priorizar y abordar mediante acciones públicas y privadas los obstáculos a la
administración del riesgo.
En Morelos, debemos seguir los cinco
principios de acción pública para una mejor administración del riesgo: no generar incertidumbre o riesgos innecesarios; proporcionar los incentivos adecuados para que las
personas y las instituciones realicen su propia planificación y preparación,
tratando, al mismo tiempo, de no imponer riesgos o pérdidas a terceros; crear mecanismos institucionales que trasciendan los
ciclos políticos a fin de mantener una perspectiva de largo plazo para
administrar los riesgos; promover la flexibilidad dentro de un marco
institucional claro y previsible; y proteger
a los grupos vulnerables y, al mismo tiempo, alentar la autosuficiencia y
preservar la sostenibilidad fiscal.
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