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Las dimensiones que son necesarias tener en
cuenta para comprender la labor profesional de los maestros incluyen, según
Álvaro Marchesi: la formación inicial, los niveles exigidos para la selección
de los docentes, la retribución económica, el tiempo y las condiciones de
trabajo, la carrera profesional, la organización de las escuelas, la formación
en ejercicio, la evaluación del trabajo docente y de las propias escuelas donde
los docentes desempeñan su labor. La evaluación de los docentes abarca
múltiples campos y se enfrenta a decisiones controvertidas y nada fáciles de
poner en práctica. Tener un buen sistema de evaluación de los maestros puede contribuir
a mejorar los resultados de los alumnos, pero conviene resaltar que dichos
resultados también dependen de las condiciones que prevalecen en el hogar y el
medio en que vive cada uno, de las escuelas a las que asisten y de los propios
maestros, que constituyen el factor sin duda más importante. Además, debe
tenerse en cuenta que la evaluación por sí misma no produce avance alguno, es
parte del proceso de mejora continua.
La
Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(OEI) publicó recibiente un documento titulado “2013 Miradas sobre la Educación
en Iberoamérica: Desarrollo profesional docente y mejora de la educación” (© OEI.
Impreso en agosto de 2013). Trata de manera cualitativa al profesorado
disponible en cada uno de los países y en las distintas etapas educativas, así
como el número de alumnos por aula y las retribuciones de los profesores; propone
un nuevo ordenamiento de la información precisa para dar cuenta de los
indicadores contemplados en el proyecto Metas 2021 sobre profesorado; describe
la formación inicial de los futuros profesores, cómo se accede a la docencia y
cómo cada país organiza la formación continua de sus profesores; aborda el tema
complejo de la evaluación de los docentes, y presenta un conjunto de
reflexiones y de sugerencias que han de ser analizadas a la luz del contexto,
de la historia y de las posibilidades de cada uno de los países.
En
los países iberoamericanos hay, desde hace mucho tiempo, sistemas tradicionales
de evaluación de docentes que incluyen escalas únicas de salarios de tipo
escalafón y sistemas de inspección y supervisión, cuyo funcionamiento en
algunos lugares es bastante consistente y en otros contiene vicios de
burocratización y politización que les restan eficacia, establece el estudio. Sin
embargo, han surgido en diferentes países iberoamericanos iniciativas para
renovar los sistemas de evaluación de docentes, en una tendencia similar a la
que hay en otros lugares del mundo. En la mayoría de los casos las innovaciones
son recientes y coinciden en buscar formas de asignar estímulos económicos o
diferencias en los salarios tomando como base el desempeño de los maestros, así
como en incluir la posibilidad de que la evaluación pueda llegar a tener la
consecuencia de que un docente deba separarse de su empleo.
Para
la mejora profesional de los docentes, el reporte considera imprescindible: apoyar
iniciativas que contribuyan a mejorar la percepción social de la docencia y su
prestigio profesional, punto de partida fundamental para estimular la elección
de la carrera docente; garantizar un nivel de exigencia que permita accedan a
la formación a los jóvenes aspirantes con más posibilidades de alcanzar la
mejor preparación; promover el acceso a la profesión docente de los estudiantes
más competentes para garantizar una enseñanza de calidad; desarrollar políticas
públicas que mejoren la capacidad del sistema educativo para seleccionar y
retener a los mejores maestros y profesores en la docencia; fortalecer la
calidad de las instituciones que ofrecen formación inicial, al respaldar los
procesos que contribuyan a mejorar el funcionamiento de dichas instituciones; mejorar
los programas de formación con los que trabajan; establecer procedimientos
rigurosos de selección y perfeccionamiento de los profesores responsables de la
formación inicial docente; impulsar y mejorar la relación entre las
instituciones formadoras de docentes y las escuelas; asegurar que los modelos
de formación inicial estén respondiendo a las necesidades de los diversos contextos
escolares, a las necesidades e intereses de los futuros docentes y, sobre todo,
a las necesidades de los alumnos; e impulsar las iniciativas que contribuyan a
prestar una especial atención a los docentes noveles, facilitando su formación
a través de programas de mentoría que ayuden a la reflexión sobre su propia práctica
y la de sus compañeros.
El
reporte indica que existe prácticamente unanimidad entre los especialistas en
que la formación inicial de los docentes resulta insuficiente por los cambios
permanentes que se producen en la sociedad y en la enseñanza; que el contacto
real en el aula y con los alumnos genera nuevas necesidades de formación; que
los cambios inherentes a la labor educativa exigen procesos de formación y reflexión
continuos, siendo la formación permanente en el profesorado un proceso
prolongado. También, llama la atención sobre la necesidad de generar modelos
diferenciados de formación continua, que tomen en consideración su trayectoria
profesional, los años de experiencia, la edad en la que se encuentran y la
carrera docente. Al mismo tiempo, son necesarios modelos que garanticen, además
de una formación en las competencias docentes tradicionales, la utilización de
metodologías flexibles del aprendizaje y de estrategias de investigación e
innovación educativa, la incorporación de las TIC en la enseñanza y la
capacitación de la reflexión sobre la propia práctica docente.
Un
sistema de evaluación de docentes no se debe reducir a valorar el desempeño de
los que están frente a uno o varios grupos de alumnos, asegura el estudio; debe
comenzar antes, buscando asegurar que accedan a la profesión docente jóvenes
cuyas características permitan esperar que lleguen a ser buenos maestros. Esto
tiene que ver con las evaluaciones para el ingreso a los programas de formación
de docentes, así como con la acreditación de la calidad de las instituciones en
que se ofrezcan esos programas. Luego deberá haber buenas evaluaciones para
decidir quiénes pueden ingresar a la profesión, con procesos de transición de
la escuela al primer trabajo e inducción a este, con acompañamiento de tutores
experimentados. Finalmente, se necesita que haya también buenos sistemas de
promoción horizontal y vertical de maestros en servicio, basados en
evaluaciones confiables y válidas de su desempeño, incluyendo la certificación
de los más destacados.
Los
instrumentos de estas evaluaciones deberían incluir, del modo más adecuado en
cada caso, según el reporte: pruebas de conocimiento de contenidos y de conocimientos
pedagógicos del profesor; informes del equipo directivo y de la inspección
educativa; portafolios, bitácoras e informes del profesor; observaciones en
aula efectuadas por responsables pedagógicos; encuestas de alumnos y familias;
resultados de alumnos en buenas evaluaciones, internas y externas,
contextualizados y valorados por los equipos directivos, los profesores y las
familias, es decir, por el conjunto de la comunidad educativa.
En Morelos, debemos incorporar la
evaluación como instrumento indispensable de las políticas que garantizan la
educación de calidad, abarcando a las propias políticas educativas, la gestión
de los sistemas educativos, los docentes, los aprendizajes adquiridos por los
alumnos y el rendimiento del conjunto del sistema educativo.
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