La Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura señala que para
alimentar a las nueve mil millones de personas que habitarán la Tierra en el
2050, la producción alimentaria mundial tendrá que aumentar en un 60 por ciento
y hasta al menos un 12 por ciento más de tierra cultivable, gran parte de la
cual es probable que sea marginal o ambientalmente sensible. Más aún, esto se
debe lograr al tiempo que los agricultores afrontan los efectos del cambio
climático (lo cual traerá mayores desafíos para la producción en muchos lugares)
junto con la degradación de la base de los recursos naturales y la creciente
competencia por tierra y agua.
Ginya
Truitt Nakata, de la Oficina de Extensión y Alianzas del Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) y Margaret Zeigler, Directora Ejecutiva de Global Harvest
Initiative, coordinaron la elaboración del reporte “La próxima despensa global:
cómo América Latina puede alimentar al mundo: un llamado a la acción para
afrontar desafíos y generar soluciones” (Monografía del BID ; 202. Copyright ©
2014 BID). Este reporte plantea que los próximos 10 a 20 años brindan una
importante ventana de oportunidad para avanzar en nuevas formas de agricultura
productiva y ambientalmente sostenible en la región y se propusieron ilustrar
el gran potencial que existe, los obstáculos y retos que se interponen para
lograr dicho potencial, y la forma en que los sectores público y privado pueden
y deben avanzar juntos.
La región de América Latina (AL) es rica en tres de
los ingredientes más importantes para la producción agrícola: tierra, agua y
hábitat natural, establece el reporte. Posee
un tercio de los recursos de agua dulce del planeta, más que cualquier otra
región en desarrollo si se miden sobre una base per cápita. También cuenta con
cerca del 28 por ciento de la tierra del mundo que ha sido identificada con
potencial mediano a alto para la expansión sostenible de área cultivada y una
participación del 36 por ciento de la tierra que está dentro de un tiempo de
viaje de seis horas hasta un mercado. De hecho, la región tiene más tierra
potencialmente adecuada para cultivos de temporal que la tierra de todas las
otras regiones del mundo junta, sin contar a África subsahariana.
Gracias en gran parte, pero no en su totalidad, a
los excedentes netos de la comercialización de productos agrícolas de Brasil y
Argentina (y la fuerte producción en México), AL ya está cobrando importancia
como exportador de alimentos, al haber aumentado su participación de la
producción agrícola mundial en los últimos 50 años, señala el reporte. En
2011, la región produjo el 60 por
ciento de las
exportaciones de soya del mundo y, entre 2006 y 2009, produjo el 45 por ciento
del café y azúcar, el 44 por ciento de la carne vacuna, el 42 por ciento de las
aves de corral, el 70 por ciento del banano, el 12 por ciento de los cítricos,
el 13 por ciento del cacao y el 33 por ciento del maíz.
El reporte plantea ocho áreas claves
de atención para los Gobiernos:
Primera. Se deben incrementar las inversiones públicas en investigación
y desarrollo agrícola a un mínimo del 1 por ciento, e idealmente entre el 2 y 3
por ciento, del Producto Interno Bruto agrícola, enfocándose a su vez en
beneficiar a todos los agricultores bien sean de pequeña o gran escala, en
especial con respecto a innovaciones dirigidas a las necesidades singulares de
los pequeños y medianos agricultores; así como fortalecer la protección de la
propiedad intelectual.
Segunda. Trabajar
junto con el sector privado para
revigorizar los servicios de extensión agrícola y para asegurar que las
políticas, los incentivos y los sistemas de innovación eleven el nivel y la
escala de la asistencia técnica para los agricultores. Servicios de extensión
más fuertes y eficaces deben formar parte de los paquetes de apoyo integrados
que combinan financiación flexible, gestión de riesgos y nuevas tecnologías y
mecanización para lograr operaciones agrícolas productivas, sostenibles y
financieramente exitosas.
Tercera. Incrementar la inversión en infraestructura
a por lo menos el 4 por ciento del PIB. Este compromiso con la modernización de
las carreteras rurales, los puertos y las vías férreas, así como los procesos
de aduana y la infraestructura de riego, energía y comercialización, reducirá
los costos de transporte y aumentará la competitividad de los productores y
empresas agrícolas nacionales.
Cuarta. Lograr avances en la investigación y la
adaptación continua que aumenten la eficiencia en el riego y el manejo de los
recursos hídricos. También deben promover la adopción generalizada de técnicas
que conduzcan a un uso más sostenible del agua para fines agrícolas. Además, se
debe incorporar la perspectiva de género
para asegurar el acceso para las mujeres. Y finalmente incluir enfoques
relacionados con redes de prestación de servicios y acceso ampliado al crédito
para compra y uso de maquinaria agrícola.
Quinta. Garantizar que las políticas de comercio
apoyen la productividad agrícola, así como la integración de los pequeños
agricultores en las cadenas de valor. Se deben armonizar las normas sanitarias y
fitosanitarias en toda la región para facilitar el comercio transfronterizo de
los productos agrícolas.
Sexta. Profundizar sus conocimientos sobre la
financiación e inversión agrícola para pequeños agricultores, en especial en el
área de finanzas para la comercialización, compras de insumos agrícolas y
seguros agrícolas. Se deben desarrollar instrumentos financieros con un énfasis
específico en las limitaciones crediticias de los pequeños agricultores.
Séptima. Fortalecer las asociaciones y cooperativas de
productores, particularmente en las áreas de capacitación técnica en producción
agrícola, así como en manejo poscosecha y almacenamiento, gestión empresarial,
mercadeo y negociación.
Octava. Trabajar junto con el sector privado para
optimizar la recopilación de datos y el uso de tecnologías de la información
para conocer más a fondo el grado y la naturaleza de las pérdidas a nivel de
finca y poscosecha, y para invertir en herramientas para adquirir información
precisa y análisis de datos que pueden ayudar a enfrentar estos desafíos.
También deben estimular a las alianzas público-privadas para que innoven,
prueben y desplieguen tecnologías poscosecha para los pequeños agricultores.
En
Morelos, debemos situar a la agricultura en el centro de nuestros planes de
desarrollo para que los agricultores se apropien de tecnología, insumos,
mecanización y capacitación. Así, se aprovechará la gran oportunidad para mejorar
la productividad con el fin de satisfacer nuestras propias necesidades de
alimentación y nutrición.
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