Reflexionar sobre conceptos como relevancia y calidad de la investigación,
en particular la universitaria, presenta una primera dificultad, ya que se
trata de conceptos que, por parecer evidentes por sí mismos, raramente son
pensados con claridad. El punto es, justamente, que no son evidentes por sí
mismos y, menos aún, obvios. Un conjunto de apreciaciones potencialmente
divergentes sobre dichos conceptos deriva de las respuestas a preguntas como
calidad y relevancia para qué y para quién; otro conjunto tiene que ver con quién
contesta legítimamente las preguntas anteriores.
Judith Sutz, Universidad de la República, Uruguay,
escribió el artículo “Calidad y relevancia en la investigación universitaria:
apuntes para avanzar hacia su convergencia” que fue publicado en la Revista
CTS, no 27, vol. 9, Septiembre de 2014. Este trabajo discute los conceptos de
relevancia y calidad de la investigación universitaria, mostrando sus diversas
acepciones y cómo estas se insertan en concepciones de universidad y también de
desarrollo. Se detiene en la íntima asociación entre relevancia y demanda de
conocimientos y las consecuencias que de ella se derivan. También describe dos
instrumentos de política universitaria que buscan articular relevancia y
calidad y muestran cómo opera la construcción simultánea de demanda de
conocimientos y relevancia académica y social de la investigación.
Si nos restringimos al mundo académico la cuestión
se simplifica, plantea la autora. La apreciación sobre la validez de los
resultados de investigación, una aproximación muy directa al concepto de
calidad, se realiza habitualmente a partir de opiniones razonadas de pares académicos.
Así, para el juicio sobre la calidad de la investigación vale lo que se señala
como característica de los resultados de la investigación científica: se trata
de un consenso intersubjetivo entre pares. A nivel académico, calidad y
relevancia tienden a confundirse en un único aspecto: hacer investigación de
calidad importa porque hace avanzar el conocimiento; aspecto clave de la
apreciación de calidad es que sea relevante para dicho avance; la calidad (y la
relevancia) es reconocida por la comunidad de pares.
La autora señala que la independencia relativa
entre calidad y relevancia, se evidencia con particular claridad cuando la
investigación es mirada con una perspectiva no exclusivamente académica, es
decir, cuando además de pares los que miran son “impares”. En el caso concreto
de la investigación universitaria, los impares son, en primera instancia, los
que en diversas esferas -política, productiva, social, cultural- buscan
incorporar los resultados obtenidos a su reflexión y a su accionar. Estos
resultados serán apreciados como relevantes por los diversos actores “impares”
de acuerdo a variadas circunstancias, que incluyen la capacidad que tengan para
utilizarlos, la utilidad más o menos directa que perciban que tienen para
responder a sus inquietudes y problemas, el grado de participación que hayan
tenido en la definición de los problemas a investigar y su involucramiento
durante el proceso mismo de investigación.
Las respuestas a la pregunta “investigación para qué”
fuera del ámbito académico han tendido a concentrarse en dos aspectos centrales,
apunta la autora: crecimiento económico por una parte y toma de decisiones por
otra. Que la investigación científica está en la base de las grandes avenidas
de cambio tecnológico que desde mediados del siglo XIX han asegurado un
crecimiento económico sostenido, al menos en los países altamente
industrializados -viejos y nuevos-, es un punto aceptado. La cuestión de para
quién es relevante la investigación está, hace ya algunas décadas, fuertemente presente en el debate académico, asociada al
“con quién” se organiza el proceso de producción de conocimiento. Que la cuestión
se plantee es ya un indicador del debilitamiento de la hipótesis de que nada
hay para preguntar, pues la ciencia de calidad encuentra siempre, a partir de
su propia agenda, el camino hacia las aplicaciones que darán satisfacción a
toda la gama de “para quién”.
La investigación universitaria, en todas partes
pero muy particularmente en el contexto de las universidades públicas
latinoamericanas, requiere combinar diversos tipos de relevancia como los que
hemos estado discutiendo -diferentes para qué, para quién, con quién-, afirma
la autora. Las estrategias de investigación sin duda presentarán diferencias en
el marco de la diversidad antedicha aunque probablemente no sean mayores que
las que se observan entre los enfoques, modalidades de avance y formas de
validación de las avenidas disciplinarias por las que transita la producción
original de conocimiento. Esas diversas avenidas disciplinarias requieren y
reconocen formas de evaluar la investigación de calidad -lo que resulta
imprescindible para la empresa de investigación-; a la indagación que se realiza
en conjunciones variables con espacios no académicos le ocurre lo mismo. La
diferencia entre diversas modalidades de relevancia de la investigación no
radica así en que algunas de ellas se someten a rigurosas formas de evaluación
y otras no. Sin embargo, el meollo de la dificultad para articular en la agenda
de investigación universitaria las diversas relevancias está precisamente en la
evaluación de la calidad académica.
El sistema de evaluación en sí mismo tiene dos
caras, identifica la autora. Una de ellas mira al pasado, a lo ya hecho, y
opina sobre su calidad, sean resultados de proyectos de investigación, informes
de actuación académica o artículos sometidos a publicación. Otra mira al futuro
y actúa como un sistema de señales acerca de qué es lo que hay que hacer para
producir con calidad y para ser un académico de calidad. En este último sentido
en particular, los sistemas de evaluación académico a menudo entran en
contradicción con la pluralidad de formas en que se expresa la relevancia de la
investigación. La fuerte preeminencia dada a un formato privilegiado de
presentación de resultados, históricamente dominante en ciertas disciplinas
académicas resulta inadecuada cuando se trata de ampliar la agenda. Por una
parte, porque no respeta la especificidad de otras corrientes disciplinarias
que tienen tradiciones diferentes de comunicación, típicamente las ciencias
sociales, las humanidades y las ingenierías. Por otra parte, porque no suele
premiar el trabajo en colectivo, central en los abordajes interdisciplinarios y
cuando se interactúa con otros.
Lo que vale la pena destacar es, propone la autora,
que una vez que se acepta que la relevancia se construye con otros, la
universidad puede avanzar muy poco en soledad. Se hace imprescindible en particular
la participación activa y articulada de la política pública. En lo que tiene
que ver con la inclusión social está apareciendo a nivel internacional una
nueva gama de políticas de ciencia, tecnología e innovación que se preguntan cuál
puede ser su contribución directa a la mejora de la calidad de vida de la
población más postergada.
En Morelos, debemos establecer políticas públicas
que se constituyan en demandantes activas de investigación e innovación para
cumplir mejor sus fines, al integrar fluidamente un sistema de investigación e
innovación inclusivo, que sea clave en la búsqueda de sociedades más justas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario