publicado en La Jornada Morelos el 8 de junio de 2015.
Ayer votamos en Morelos
por presidentes municipales y por diputados federales y estatales.
Independientemente de quienes ganaron las elecciones, en los últimos meses hemos
sido sujetos de una lluvia torrencial de mensajes políticos de toda índole, con
y sin sentido. Sin duda, una de las palabras más utilizadas fue democracia. La
palabra democracia significa etimológicamente “poder del pueblo”. Sin embargo,
el problema de definir la democracia es mucho más complejo: a qué responde,
cómo está construida y qué función cumple. El término democracia desde siempre
ha indicado una entidad política, una forma de Estado y de gobierno. Existen
diversos tipos de democracia: directa, representativa, mixta, parcial,
constitucional, liberal, social, cristiana, popular y de partido dominante,
entre otras.
En la actualidad, se habla también de democracia social y
democracia económica. Según Giovanni Sartori (“Definir la Democracia”, http://biblio.juridicas.unam.mx), la democracia se
percibe como una sociedad caracterizada por una igualdad de condiciones y guiada,
preponderantemente, por un espíritu igualitario. Así, la democracia es aquí lo contrario
de régimen opresor, de tiranía o de aristocracia; es decir, una estructura
social horizontal en lugar de una estructura social vertical. Asimismo, la democracia
económica está por la igualdad económica, por la eliminación de los extremos de
pobreza y riqueza y, en consecuencia, por una redistribución que persigue el
bienestar generalizado.
Norberto Bobbio (“Democracia
y Pluralismo”, Revista de Ciencia Política, Vol. VIII, Nos. 1-2, 1986) establece
que “el régimen democrático es aquel en que a la pregunta: ¿quien gobierna?, se
responde: todos. O más bien, todos aquellos que han alcanzado la edad de la
razón. A la pregunta: ¿Cómo?, se responde: por unanimidad, y si el grupo es muy
grande, entonces por mayoría”. También considera que “el único modo para
garantizar los derechos a la libertad y a la participación política, es decir
la democracia, y al mismo tiempo el único modo de garantizar la posibilidad de
ejercer el derecho político (esto es, los derechos característicos de la
democracia), es la protección de los derechos a la libertad”. Asimismo,
establece que “la democracia no se entiende bien si no se hace una especie de
síntesis entre tres momentos: el procedimiento formal (la democracia en su
significado mínimo), la tradición liberal (el poder político sustentado a
partir del individuo) y la tradición del Estado de Derecho (normas que valen
para la colectividad e igualdad ante la ley)”.
Sartori indica que la práctica de la democracia se ejerce
votando y se realiza, como un "gobierno de opinión" (Articulo
publicado en la Revista Ñ ( Diario Clarín ) el Sábado 13 de noviembre de 2004).
“Las opiniones son, por así decirlo, "ideas ligeras" que no deben ser
probadas: las tomamos por buenas por como son. Cuentan que un juez del tribunal
revolucionario de París, al negarle a Antoine Lavoisier (el fundador de la
química moderna) un pedido para prorrogar la ejecución capital, le respondió: la
república no precisa sabios. Ese juez se equivocaba. La república necesita
sabios; pero la democracia electoral, el demos (en griego, pueblo) votante, no.
Y por lo tanto el gobierno de opinión requiere solamente —como su fundamento—
la existencia de una opinión pública, de un público que tenga opiniones. La
noción está bien definida”. También, Sartori agregó que “las opiniones son
convicciones débiles y variables. Si se convierten en convicciones profundas y
profundamente arraigadas, entonces hay que llamarlas creencias (y el problema
cambia). Y esta precisión ya basta para desbaratar la objeción de que la
democracia es imposible porque el pueblo "no sabe". Esta es una
objeción fuerte contra la democracia directa, contra un demos llamado a
gobernar y a gobernarse por sí mismo. Pero no es una objeción contra una
democracia representativa en la cual el pueblo no decide las cuestiones
propiamente dichas sino que decide, con el voto, quién las decidirá. Lo cual
significa que a la democracia representativa le basta, para funcionar, con que
el público tenga opiniones suyas, opiniones propias; nada más, pero tampoco
nada menos”.
Nuestra democracia,
técnicamente y constitucionalmente, es indirecta, representativa, basada en
elecciones. Sin embargo, en la práctica, tenemos cada vez más un gobierno de
opinión basado en las encuestas y, por ende, un gobierno de las encuestas que
introduce un fuerte elemento de direccionalidad en el gobierno representativo.
¿Cómo debemos interpretar el impacto de las encuestas en la forma de gobernar?
¿Cómo un progreso de la democracia? La respuesta depende, obviamente, de la calidad
y la consistencia de ese opinar. ¿Ese opinar tiene un contenido o no? ¿Forma o
deforma? ¿Es tolerante o incendiario? ¿Logra representantes conocedores o no?
En Morelos, debemos
reconocer que el proceso de democratización
representativa, aun cuando sea muy complicado y accidentado, es irreversible. Solo
la educación hará que que las opiniones estén sustentadas en conocimiento; cuya
responsabilidad es tanto del sistema educativo como de quien las emite y de
quien las hace suyas.
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