publicado en la Jornada Morelos el 11 de julio de 2011
Los problemas que aquejan a nuestra sociedad son muchos y de gran complejidad, por lo que es necesario definir aquellos que se consideran prioritarios y posibles de solucionar. Las políticas públicas que se presenten en el futuro inmediato deberán contar con objetivos y metas que sean claros y medibles. Es imprescindible conocer los esfuerzos que se pretendan realizar para mejorar a la sociedad morelense, así como de las posibles fuentes de financiamiento. ¿Cómo evaluar el progreso, el bienestar, la calidad de vida o la felicidad? Esta pregunta es fundamental para conocer el avance de los individuos y de la sociedad y, también, debe ser aspecto medular en cualquier programa de gobierno.
El Foro Consultivo Científico y Tecnológico, A. C. (FCCYT) publicó en mayo de este año un libro titulado “La medición del progreso y del bienestar: propuesta desde América Latina”, que fue coordinado por Mariano Rojas, profesor-investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede México y de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, y es vicepresidente de la Sociedad Internacional para Estudios sobre la Calidad de Vida. El libro tiene como objetivo desarrollar indicadores económicos, sociales y ambientales con los que se pueda tener una apreciación correcta de cuál es y cómo evoluciona el bienestar en nuestras sociedades.
Uno de los artículos del libro fue escrito por George Zarur, profesor-investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Brasil, titulado “Progreso, la producción social de la felicidad”, que tiene los siguientes objetivos: demostrar que la felicidad se produce socialmente; demostrar que la comunidad es la unidad social para la producción de la felicidad; explorar la posibilidad de la existencia de comunidades como unidades productoras de felicidad en las sociedades contemporáneas complejas; y explorar el papel de los indicadores económicos de la riqueza, bienestar material y felicidad al igual que algunas consecuencias de su uso.
Los conceptos son instrumentos culturales diseñados en contextos políticos e históricos, señala Zarur. El concepto de progreso expresa hipótesis implícitas con respecto a la naturaleza humana y el papel que desempeña el Estado. El bienestar de una persona ordinaria no solía ser una prioridad mientras que el Estado nacional se percibía como una entidad sagrada. La riqueza y el poder nacional eran considerados el objetivo principal de las sociedades, al mismo tiempo que el bienestar de los individuos era una preocupación secundaria. El Producto Interno Bruto (PIB) mide la riqueza y el potencial de poder del Estado nacional sin considerar el bienestar del ciudadano promedio. Por lo tanto, desde la perspectiva del Estado nacional sagrado, el hecho de medir el progreso únicamente mediante el PIB era lo más evidente.
El Estado nacional cambió su papel en la segunda mitad del siglo XX. Los avances en la democracia invirtieron la relación entre los individuos y el Estado, propone Zarur. Los ciudadanos ya no tenían que sacrificarse ciegamente en nombre de la nación abstracta. Hoy día, es el Estado quien tiene que justificar su existencia ante los ciudadanos. Por lo tanto, los indicadores de bienestar se convirtieron en una necesidad política.
El sentido común nos hará inferir que no puede existir bienestar sin un nivel mínimo de riqueza para distribuir. Esto sólo es verdad en parte, dado que la dimensión de la economía no es directamente proporcional al nivel de bienestar. Lo que hace la diferencia no es la dimensión del PIB aislado, sino las decisiones políticas con respecto a la cantidad del presupuesto que se designa a los gastos sociales, apunta Zarur. Los incrementos en el PIB influyen, pero no son cruciales.
El siglo XX fue testigo de un avance en el concepto de progreso evaluado desde el punto de vista del compromiso del Estado con el bienestar de su gente, establece Zarur. Sin embargo, esto no es suficiente para el concepto de progreso del siglo XXI debido a la creciente conciencia de que la economía y la sociedad existen para proporcionar felicidad a la humanidad. No es nada sencillo definir la felicidad dado que el concepto tiene relación con los individuos, las culturas y las diferentes posiciones sociales en las diferentes culturas. El hecho de preguntarles a los individuos si son felices, esto es, mediante un indicador subjetivo producto de encuestas, proporcionaría resultados engañosos debido a la distinta percepción de la felicidad entre las sociedades e incluso dentro de una sociedad determinada.
Según Zarur, la felicidad se produce socialmente, esto es, no surge de la relación entre los hombres y las cosas. Más bien depende de la relación entre los seres humanos. La relación entre el hombre y las cosas contribuye a la felicidad solamente cuando su resultado es una relación satisfactoria entre los hombres. Sin embargo, es necesario identificar el tipo de organización humana que proporciona la distribución más generalizada de felicidad en la actualidad.
La evaluación del progreso debe considerar tres aspectos principales, propone Zarur: el crecimiento económico, el bienestar material y la felicidad.
Crecimiento económico. Las economías desarrolladas y de gran tamaño establecen las condiciones para que los Estados protejan a su población en contra del mercado y en contra de otros Estados. El PIB es el medio para medir la dimensión y la fortaleza de la economía así como el poder putativo del Estado, a pesar del hecho de que el poder del Estado con frecuencia se ha aplicado para oprimir al pueblo. Sin embargo, la peor condición es la de los países coloniales sin Estado o con un seudo-Estado.
Bienestar material. Es el objetivo básico y evidente de todas las economías. Los índices de desarrollo humano (en particular en sus más recientes versiones) representan una forma justa de combinar la evaluación del ingreso y los indicadores del bienestar social.
Felicidad. La distribución del tiempo es la clave para construir una metodología cuantitativa intercultural para medir la felicidad. La experiencia obtenida a partir de las sociedades tradicionales nos enseña que la felicidad depende de la cantidad diaria de tiempo que se asigna a las actividades sociales y creativas. Entre más tiempo se asigne a las tareas repetitivas y no creativas, menor será el nivel de felicidad. Por el contrario, entre mayor sea el tiempo de “esparcimiento” que asignamos a realizar actividades comunitarias en donde se ejercite la creatividad, mayor será el nivel de felicidad. El trabajo creativo, tal como la ciencia, las artes y las manualidades, se puede realizar de manera individual, pero siempre debe ser reconocido y valorado por una comunidad adyacente. Además, la cantidad diaria de tiempo que pasamos intercambiando información personal y sentimientos en las redes de la comunidad es esencial para la felicidad. La intensidad y frecuencia de las actividades colectivas de rutina, tales como las fiestas y los rituales, son otro indicador de la felicidad.
Con la finalidad de fomentar la felicidad, la sociedad debe garantizar el derecho a la diversidad y a múltiples identidades. Las identidades definen a los miembros de una comunidad. Las comunidades son asociaciones y a su vez unidades de producción de felicidad. Por lo tanto, el derecho de libre asociación, esto es, el derecho a unirse o a crear una comunidad, es uno de los requisitos para la felicidad. Las instituciones estatales eran bien conocidas por la gente indígena de los Andes, México y América Central mucho antes de que llegaran los europeos. El Estado y la comunidad se complementaban. La contradicción entre el Estado y la comunidad se presenta cuando el Estado no desempeña su papel protector.
En Morelos debemos trascender la acción política que se basa en frases ingeniosas que pueden tener o no una propuesta concreta y dado que el progreso se identifica por un incremento en la felicidad en general, las comunidades merecen una atención particular, ya que son las unidades de organización humanas que proporcionan cuidado, afecto y paz de manera continua y que representan la tranquilidad del orden para los individuos que participan en ellas.
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