La
ciencia ha demostrado ser un importante motor para el desarrollo económico de
las sociedades. Sin embargo, los avances más importantes han requerido de la
participación social, no sólo la de los científicos e ingenieros. Se ha
establecido que la gran diferencia entre los países desarrollados y las
naciones en desarrollo reside en que en estas últimas los científicos han
trabajado por más tiempo sólo en su torre de marfil. Las medidas políticas
tomadas en favor de la promoción de la ciencia y la tecnología en los países latinoamericanos
se asemejan más a ejemplos de filantropía que a auténticas políticas
científicas, pues existe una incipiente demanda real, política, económica o
social, sobre sus posibles aplicaciones. Es sólo reciente que existe un conocimiento
de las potencialidades de la ciencia y de la ciencia misma por parte del resto
de la sociedad.
Noemí Sanz Merino y José Antonio
López Cerezo publicaron el artículo titulado “Cultura científica para la
educación del siglo XXI” en la Revista Iberoamericana de Educación, de la
Organización de Estados Iberoamericanos, Número 58 Enero-Abril, 2012, donde
abordan la cuestión de cómo entender la cultura científica si queremos
desarrollar un tipo de educación científica que sea socialmente provechosa en
la presente sociedad del conocimiento.
La ciencia moderna se consagró como
un motor fundamental para el progreso económico y social desde la Segunda
Guerra Mundial, señalan los autores. Desde entonces, la apropiación social de
más conocimientos científicos e ingenieriles se consideró oficialmente
conveniente, e incluso necesaria, junto al resto de medidas generales de
promoción de la ciencia y la tecnología en los países más avanzados. En la transición
hacia la sociedad del conocimiento los ciudadanos se encuentran ante
circunstancias y escenarios de acción que, efectivamente, son social y
tecnológicamente muy complejos y que, por ello, a menudo obligan a tomar
decisiones incluso arriesgadas en lo individual, indican los autores. Son las
circunstancias científico-tecnológicas de nuestra sociedad actual las que, más
allá de respaldar su habitual conveniencia social como recurso de progreso,
parecen justificar la idoneidad de establecer a la cultura científica popular
como condición necesaria para una toma de decisiones que se puedan considerar
razonablemente adecuadas.
Para la mayoría de los especialistas, según los
autores, el enfoque ciencia-tecnología-sociedad (cts) en educación propone
añadir a este sentido de capacitación científico-tecnológica otros
conocimientos y destrezas asociados a información y valores que estén en
relación directa con otras necesidades personales de los alumnos y alumnas. Es
decir, una educación cts debería, por ejemplo, y entre otras cosas: incluir
conceptos científicos y habilidades procedimentales que sean útiles en sus
vidas cotidianas, también en tanto que les permitan tomar decisiones como
ciudadanos; centrarse en aspectos sociales locales (en cuestiones y
problemáticas familiares, escolares o comunitarios); atender asimismo a
problemas globales, a los asuntos que conciernen a todo el planeta, como son
los medioambientales o los relacionados con los límites del crecimiento
industrial, en general; y dar a conocer la naturaleza y el alcance de una
amplia variedad de ciencias e ingenierías, en tanto que ello despierte las
aptitudes de los estudiantes o llame su interés hacia distintas carreras
científico-tecnológicas actuales.
La
situación iberoamericana es un claro ejemplo de por qué la cultura científica
es todavía hoy un tema político de primera magnitud en el incremento de la
riqueza cultural y material de ciertas naciones, establecen los autores. Casi
todos compartimos aún la necesidad de llevar la ciencia a las instituciones, a
las empresas y a los ciudadanos. En este sentido, mejorar las políticas y el
sistema productivo, incentivar vocaciones científicas en los jóvenes, elevar la
cultura científica de los ciudadanos, e incrementar la valoración y apoyo
públicos de la ciencia, entre otros, son algunas medidas que han de ser
implementadas. Con tal objetivo, los autores plantean: los ciudadanos necesitan
disponer tanto de información científica como de otros conocimientos que les
posibiliten hacer uso de los mejores elementos de juicio posibles en tanto
consumidores, padres, empresarios o trabajadores; generar con éxito ese tipo de
cultura científica en la ciudadanía es un proceso mucho más complejo que una
simple cuestión de alcanzar cierto nivel de competencia, medible mediante
cuestionarios tipo test. Se trata, más bien, de implementar acciones que tengan
en cuenta que el sujeto del proceso de aprendizaje integra los elementos
intelectuales adquiridos en un sistema propio de creencias y actitudes, entre
los que tienen también una gran relevancia otros factores cognitivos y
psicológicos, y respecto de los cuales, además, el involucrarse personalmente
adquiere una importante influencia, y una cultura científica que se precie de
responder a los anteriores requisitos ha de concebirse entonces, e igualmente,
como una forma de cultura crítica y responsable. Es decir, tiene que incluir
información no sólo acerca de los beneficios potenciales de la ciencia sino
también de sus incertidumbres, de sus riesgos y de los interrogantes éticos que
pueda plantear. De la misma forma, la cultura científica popular debe ser un
elemento cultural potenciador en los individuos de este tipo de
cuestionamientos y de una actuación social en consecuencia.
En Morelos, debemos trabajar para
reconocer que ni el contenido ni el significado de cultura científica pueden
simplemente restringirse a un conjunto de saberes científicos y destrezas
tecnológicas, sino que su significado está vinculado a su potencial para
generar opiniones, decisiones y acciones ciudadanas igualmente justificadas y
motivadas por consideraciones sociales y humanísticas. Apropiémonos de la
misión propuesta por los autores: formar ciudadanos que tengan conocimiento del
papel y dimensiones sociales de la ciencia y la tecnología, capacitándolos para
actuar en su vida diaria, así como motivándolos para involucrarse en los
debates sociales y políticos sobre estos temas.
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