Los dispositivos, equipos y sistemas
electrónicos que utilizamos en la actualidad están generando una gran cantidad
de datos que debemos traducir para utilizarlos en nuestro beneficio: por
ejemplo, sistemas geo referenciados, para saber qué pasa y dónde, y sensores,
para conocer la temperatura, presión, velocidad, peligrosidad de gases, o
detectar radiación, entre otros parámetros, de miles de equipos que tenemos en
casa, el automóvil o la industria. Los algoritmos son el conjunto ordenado y
finito de operaciones que encuentra la solución de un problema y que nos
permite transformar los datos, escritos en ceros y unos de manera digital, en
información útil para el ser humano y la sociedad. Debemos recordar que el proceso de diseño, manufactura y desarrollo de las
plataformas computacionales de estos equipos electrónicos tarda alrededor de
diez años y, por eso, muchas empresas de diversas ramas industriales en el 2012
deben empezar a trabajar sobre el 2020.
Brian
David Johnson escribió, en la revista The
Futurist de Julio-Agosto de este año,
el artículo “La Vida Secreta de los Datos en el 2020” (“The Secret Life of
Data in the Year 2020”. The Futurist, July-August 2012, Vol. 46, No. 4). El
trabajo de Johnson como futurista de la Compañía Intel es pensar en cómo podría
ser el mundo en 10 o 15 años y modelar cómo actuarán las personas e
interactuarán con los dispositivos electrónicos del futuro, o cualquier producto
que tenga un chip integrado.
La
mayoría de las personas en el 2020 sentirá como si sus datos tuvieran vida
propia, asegura Johnson. Con la gran cantidad de sensores que habrá en coches,
edificios, electrodomésticos, computadoras, ropa y en nuestros cuerpos, entre
otros, el flujo y la cantidad enorme de datos nos avasallará y será muy difícil
transformarlos en información útil y en conocimiento. Tendremos algoritmos que
interactuarán con otros algoritmos, máquinas interactuando con otras máquinas,
máquinas con algoritmos. También tendremos sensores y cámaras recopilando
datos, que serán manejados por computadoras para entregarlos a más algoritmos y
máquinas. Los datos tendrán una vida secreta separada del contacto humano,
aunque no tendrán sentido por sí mismos.
Desde
el punto de vista de la ingeniería, señala Johnson, cuando se diseña un
algoritmo de este tipo es imprescindible asegurarse que se tiene un
entendimiento de lo que significa ser humano. ¿Cómo encajará en sus vidas? Los
diseñadores deben entender lo que las personas harán con estos datos. ¿Cómo
afectarán su vida diaria? ¿Cómo harán su vida mejor?
La necesidad de
que los algoritmos entiendan a las personas es explicada por Johnson con el
siguiente ejemplo. Se programó un teléfono celular inteligente para registrar
todos los movimientos de una persona durante el día con la finalidad de probar
si un software especial podía entender qué hacia. Después de un mes, se analizó
el reporte sobre la información específica que se había obtenido sobre la
persona. Un resultado importante es que la persona “vivía” en tres lugares: su
casa, la oficina y la intersección de dos calles que cruzaba dos veces al día y
que tiene mucho tráfico. El tercero es un claro error de programación que puede
ser arreglado rápidamente si conocemos el tipo de vida de las personas. La
conclusión de este ejercicio es que las características de las personas y su
interacción con las características de la sociedad son los datos más
importantes.
En
la era de la cantidad súper masiva de datos y en el contexto de tipos de vida
que no se conocen plenamente, ¿cómo puede hacer el programador de algoritmos
para que la información tenga sentido? Johnson afirma que se necesitan nuevas formas
de conceptualizar y pensar sobre los datos que no sea de manera binaria, ceros
o uno, como en los últimos cincuenta años. Él propone se piense que los datos
tienen vida propia y así se programe. Es decir, que los datos tengan
responsabilidades, en particular que entreguen información pertinente al contexto
de las personas. Estos datos y estos sistemas tendrán, al final, que
interactuar con otros datos y otros sistemas de manera independiente.
En
Morelos, muchas personas ya están acostumbradas a una relación con los datos
que las acerca a lo que quieren: comprar con tarjeta de débito en una infinidad
de tiendas; comprar en línea, con “picarle” a un botón en la computadora
nuestro producto está cargado a nuestra cuenta y viene en camino; acceder a un
estacionamiento, o una biblioteca, acercando una tarjeta a un dispositivo con
un foquito, o que el vehículo nos informe que se está sobrecalentando o que
necesita ir al servicio de mantenimiento. Sin embargo, debemos pensar si dejamos
que la confidencialidad y la seguridad de nuestros datos, así como la forma que
los manejaremos cuando su número sea enorme, recaigan en compañías extranjeras
o, por el contrario, impulsemos a nuestros centros de investigación y empresas para
asegurar que la responsabilidad de los datos concuerde con nuestras prioridades
y nuestra forma de vida.
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