En América Latina y el Caribe, uno de cada cinco habitantes es
adolescente. Ellos deberán ser los protagonistas de las necesarias grandes transformaciones
sociales, económicas, ambientales e institucionales que, inspiradas en la
aspiración colectiva por mayor equidad, ocurran en las próximas décadas.
Ciertamente la educación es un paso importante para garantizar la apertura a
mejores oportunidades de desarrollo personal y social. Sin embargo, los avances
actuales en materia de equidad de género, cobertura y expansión educativa deben
acompañarse de mejoras sustanciales para que todos los niños y todas las niñas
dispongan de una educación de calidad, adaptada a sus necesidades y a las
exigencias que las nuevas realidades imponen.
María Nieves Rico y Daniela Trucco,
Oficiales de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social, de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), escribieron un documento
sobre “Adolescentes: Derecho a la educación y al bienestar futuro”, que fue
publicado por la CEPAL en su Serie Políticas Sociales N° 190. (Documento
elaborado en el marco del proyecto CEPAL-UNICEF UNI/12/001. ISSN 1564-4162. LC/L.3791.
Copyright © Naciones Unidas, marzo de 2014). En este documento proponen que la
educación forma parte de un proceso más amplio de desarrollo de capacidades
individuales y colectivas, que no debe perder de vista el conjunto
familia-escuela-trabajo-sociedad, en que se entrelazan distintos aspectos para
encontrar explicaciones más cercanas a la realidad de los adolescentes. Sin
embargo, su énfasis se centra en tres aspectos fundamentales para una educación
inclusiva de calidad: el acceso de los y las adolescentes a la educación; el
contexto de aprendizaje; y los resultados que aluden a la calidad.
El objetivo de la
igualdad de género entre los y las adolescentes en el sistema educativo se
sustenta en dos poderosos argumentos, establecen las autoras: el primero,
fundado en los derechos humanos, basado en los principios de justicia y no
discriminación, así como en la certeza de que el derecho a la educación es un
medio esencial para lograr el reconocimiento e implementación de otros derechos
y, el segundo, está conformado por una sólida razón en materia de desarrollo al
reconocer que la conclusión y calidad de la educación secundaria afecta la trayectoria
futura de los y las estudiantes, sus familias y de la comunidad en su conjunto.
En una sociedad cada vez más compleja y globalizada, los niveles de competencia
requeridos para la inclusión social son más altos, lo que se asocia no sólo a
las oportunidades de integración laboral, sino también a factores clave de
desarrollo como la movilidad social, la reducción de la pobreza, la
construcción de la ciudadanía y la identidad social y, en definitiva, el
fortalecimiento de la cohesión social.
De forma paralela, según
las autoras, la educación se ha convertido progresivamente en un pilar
fundamental para el desarrollo de los países. La producción y generación de
conocimiento han adquirido un carácter central en la economía global de las
últimas décadas. La difusión de valores, la dimensión ética y los comportamientos
propios de la moderna ciudadanía, así como la creación de capacidades y
destrezas indispensables para la competitividad internacional basada en el
progreso técnico, reciben un aporte decisivo de la educación y de la producción
del conocimiento en una sociedad. Personas más educadas aumentan sus
capacidades para contribuir de mejor manera y de modo más diversificado y
eficiente al desarrollo de un país. Por ello, la importancia no solo radica en
la cantidad de años de formación en el ámbito escolar, sino sobre todo en la
calidad de la formación recibida. El desarrollo de los países de la región
requiere de nuevas generaciones con destrezas básicas que les permitan, a lo
largo de su vida productiva, seguir trayectorias de aprendizaje continuo y adaptación
permanente a un mundo en constante mutación. Sin destrezas básicas
consolidadas, es mucho más difícil y costoso emprender este salto.
La evidencia presentada
en este documento, según las autoras, indica que frente al hecho de que las
principales barreras de acceso al sistema educativo han sido superadas por las
mujeres –aunque todavía hay una deuda pendiente con las adolescentes indígenas y
rurales–, ahora hay que profundizar las políticas y programas que rompan
aquellos mecanismos que perpetúan las formas de socialización tradicional,
conducentes a una formación basada en estereotipos de género, que obstaculiza
una educación más igualitaria de hombres y mujeres y que reproduce la discriminación
y la desigualdad, afectando las oportunidades de bienestar futuro y superación
de la pobreza de unas y otros.
Como resultado de este
estudio, las autoras presentan propuestas de políticas públicas para abordar
las distintas aristas del problema y contribuir al objetivo de la igualdad de
género en contextos de desarrollo de las capacidades y las potencialidades de
los y las adolescentes: políticas de género que aborden los procesos de
enseñanza; factores de postergación educativa como pobreza, ruralidad y origen
étnico; políticas de inclusión y retención para madres adolescentes, y una enseñanza
secundaria de calidad que dé oportunidad al talento.
La educación secundaria, como ningún otro
nivel educativo, está tensionada por intentar compatibilizar principios que se
contraponen, intentando ser meritocrática y compensatoria, terminal y
preparatoria, socializadora y selectiva, sensible a los intereses de los
jóvenes y de la sociedad, apuntan las autoras. A esta multiplicidad de
objetivos y sentidos, se le suma la gran heterogeneidad de alumnos y de la oferta
educativa que contiene, además del choque de la cultura escolar con la cultura
juvenil. Especial atención requiere el ámbito de formación vocacional,
particularmente aquella que en la mayoría de los países atiende a la población
de estudiantes de clases bajas.
En Morelos, debemos hacer
una redefinición sistemática de todas las instituciones y acciones educativas
para impulsar los binomios docentes-estudiantes y educativo-laboral, contemplando
los intereses de varones y mujeres en sus distintas realidades y los cambios
dinámicos de nuestra realidad social, cultural y laboral. De fundamental
importancia resulta una reforma curricular que logre proveer de sentido a la
educación como proyecto de futuro para todos los adolescentes.
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