publicado en La Jornada Morelos el 5 de enero de 2015.
El capital social
conceptualiza el valor de las relaciones y las redes sociales para acceder a
determinados recursos, para crear una diferencia respecto del capital económico
(dinero, bienes materiales) y del capital humano (conocimiento). En la década
de 1990, el capital social se comenzó a visualizar como un elemento clave en la
solución de problemas relacionados con el desarrollo y el combate a la pobreza,
especialmente por parte de organismos internacionales, tales como el Banco
Mundial (BM) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Dada
su naturaleza relacional, el capital social varía de un contexto a otro y su
articulación con otros capitales es dinámica, lo cual dificulta el
establecimiento claro de sus aportaciones teóricas y empíricas.
Luis Portales, profesor investigador en la Universidad de Monterrey, y
Mariana Gabarrot, profesora investigadora del Tecnológico de Monterrey, Campus
Monterrey, escribieron el artículo “Alternativas
para la comprensión de la pobreza: hogares y capital social en México” (Perfiles
Latinoamericanos, vol. 23, núm. 45, 2015, pp. 59-78). El presente trabajo
argumenta que una definición contextual del capital social contribuye a
la construcción de una idea más sofisticada del combate a la pobreza, lo que
refuerza el cuestionamiento a los enfoques tradicionales de otras investigaciones
sobre el tema.
Las aproximaciones al
capital social coinciden en que éste se conforma de las relaciones sociales recíprocas,
de las redes sociales, y de la capacidad que estos dos componentes tienen de
generar algún tipo de beneficio para un actor específico, establecen los
autores. Las relaciones sociales pueden ser clasificadas a partir de varios
criterios: fuerza del lazo entre dos o más personas (fuerte o débil),
motivaciones que producen esas relaciones, papel de los actores, función y
tiempo de las relaciones sociales, entre otros. Las redes, por otra parte,
tienen que ver con el número y estructura de las relaciones sociales. En una
red cerrada, donde la mayoría de los actores se conocen entre sí, se refuerza
la homogeneidad del grupo y su identidad, mientras que en una más abierta se
permite la conexión entre actores de diferentes perfiles. Es importante
recordar que el capital social es un medio de intercambio, por lo que da acceso
a otros capitales como el económico o el humano, lo que le brinda el potencial
de ser un elemento positivo en la mejora de las condiciones de vida de grupos
que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
A fin de comprender
la forma en que el capital social se articula con el capital económico y
humano, los autores adoptaron una metodología mixta. Se realizó observación
participante por un periodo que abarcó de marzo de 2010 a junio de 2011.
Asimismo, se llevaron a cabo entrevistas estructuradas a una muestra aleatoria.
Se utilizó como base el cuestionario de Consejo Nacional de Evaluación de
Política de Desarrollo Social (CONEVAL) para determinar los niveles de pobreza
en los hogares, de acuerdo con la metodología de dicho organismo, y se incluyeron
además aspectos vinculados con sus relaciones y redes sociales. En dichas
entrevistas se abordaron aspectos relativos al capital económico, humano y
social de los hogares. Para la conformación del capital económico se
consideraron las dimensiones de ingresos y calidad de la vivienda, mientras que
para el capital humano se consideró la educación y el acceso a la salud. En
cuanto al capital social, se utilizaron los dos componentes que lo conforman:
relaciones y redes sociales.
De esta forma, construyeron
tres tipos de capital social: fraternal, colaborador y corporativo, que
corresponden a distintos grados de afectividad, función y estructura de la red.
El capital social fraternal se integra de las relaciones que el hogar mantiene
con familiares cercanos y amigos, las cuales tienden a construir redes cerradas
en donde todos los integrantes se conocen y observan un alto grado de interacción;
respecto a la principal fuente de ingresos del hogar, se encontró que el uso de
este capital social prevalece en los hogares en pobreza extrema, lo que
favorece la transmisión de oficios de generación en generación (recolectores de
basura o albañiles), los cuales carecen de prestaciones sociales y perciben
bajos ingresos. El capital social colaborador se conforma de las relaciones
entre familiares políticos y conocidos, con los cuales no se tiene un lazo
afectivo muy fuerte, lo que permite la creación de una red social más abierta
en la cual los integrantes pueden o no conocerse entre sí; respecto al acceso a
fuentes de ingresos económicos, los hogares en pobreza multidimensional y con
algún tipo de vulnerabilidad suelen usar este capital para conseguir mejores
empleos. El capital social corporativo, compuesto por las relaciones que el
hogar sostiene con actores institucionales y organizacionales, que se
encuentran inmersas en una red abierta, en donde los miembros difícilmente se
conocen a fondo. Este tipo de capital no muestra un fuerte vínculo con el tipo
de ingresos, aunque de forma coyuntural puede ofrecer alguna ayuda.
Los autores
consideran que el análisis micro sociológico de los capitales muestra que todos
los hogares, sin importar el tipo de pobreza que presenten, cuentan con capitales
que son articulados entre sí en aras de mejorar su situación actual, si bien su
principal elemento de diferenciación es el modo de articularlos. Esto permite
suponer que lo importante en el estudio de la pobreza (desde una óptica multidimensional)
no es solamente la cuantificación de los capitales con los que cuenta un determinado
hogar, sino más bien la dinámica y articulación que existe entre ellos. Esto
confirma la importancia de considerar el contexto cuando se estudia la pobreza,
y la forma en que los hogares se organizan para mejorar sus condiciones de
vida, por lo que no basta caracterizarlos a partir de la cuantificación de sus
recursos o carencias. Y también demuestra que analizar el capital social de
manera aislada no dice mucho acerca de los patrones de exclusión en términos
económicos, humanos y sociales.
En Morelos, debemos entender cómo los
programas de combate a la pobreza se integran a un tejido social previo, el
cual muchas veces tiene implicaciones profundas para su implementación. Esto
causa variaciones evidentes en términos del desempeño local de tales programas.
Entender y dar cuenta de estas variaciones en el diseño de la política social
es entonces el primer paso para plantear alternativas coherentes con los
distintos contextos locales.
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