publicado en La Jornada Morelos el 26 de enero de 2015.
La publicación de
Kuhn “La estructura de las revoluciones científicas” se ha considerado como el
punto de referencia para localizar el cruce de dos tradiciones en los estudios
de la ciencia y la tecnología: la filosófica cuya pretensión fundamental es
entender el valor de la ciencia como la forma más depurada de conocimiento fiable
acerca del mundo, y la basada en el campo de la historia y la sociología de la
ciencia, y que más recientemente se ha visto enriquecida con la aportación de
la economía de la innovación, y de la politología. Lo sorprendente es que este
libro es de historia y de filosofía de la ciencia al mismo tiempo. La ciencia
es una parte importante del subsistema cultural de las sociedades más avanzadas
y no está aislada; interacciona con el resto de la cultura, con la economía y
con la política.
Miguel Ángel Quintanilla Fisac, miembro del Instituto de Estudios de la
Ciencia y la Tecnología, Universidad de Salamanca, y codirector de la Revista
Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), escribió el artículo
“Algunos retos filosóficos de la política científica” de próxima publicación
(Revista CTS, Vol. 10, No. 28, en construcción). Analiza problemas conceptuales
en la política científica a los que los filósofos no suelen prestar mucha
atención, como la relación entre el poder político y la ciencia, la justificación
del apoyo social a la investigación básica o la caracterización del contenido
de relevancia y originalidad de los resultados de la investigación científica.
La filosofía de la ciencia es una de las ramas de la filosofía académica
que más se desarrollaron en el siglo XX, apunta el autor: desde el empirismo lógico
a la explosión de enfoques "post-kuhnianos" en filosofía, historia y
sociología de la ciencia y de la técnica, no hay otro campo de reflexión filosófica
que iguale a la riqueza y calidad de las aportaciones que encontramos en éste. Así,
desarrolla algunos ejemplos de problemas de interés filosófico que se plantean
en la gestión de la ciencia actual, cuyo tratamiento es coherente con la visión
de Mario Bunge de la ciencia.
En esta colaboración, presentaremos dos: las relaciones entre ciencia y
poder político y el uso de indicadores bibliométricos para la gestión de la
investigación.
Uno de los grandes problemas que se plantean en la gestión de la
ciencia en las sociedades complejas actuales tiene que ver con la adopción de
decisiones por parte del poder político respecto a los objetivos, prioridades y
valores de las actividades científicas que se llevan a cabo en esa sociedad,
establece el autor. En efecto, quien detenta el poder político, tarde o
temprano, se va a enfrentar con problemas del tipo: cuánto debo gastar en
promover la investigación científica, cuánto en investigación básica y
aplicada, en qué áreas de la ciencia es más urgente, necesario o provechoso
invertir más dinero. O también: qué nivel de educación científica debe
proporcionarse a los ciudadanos, cómo debe potenciarse o no la cultura científica.
Qué criterios y procedimientos deben seguirse para evaluar el rendimiento de
las actividades científicas. Casi todas estas cuestiones sólo se pueden
resolver aceptablemente si el responsable político dispone de la información
suficiente acerca del funcionamiento interno y la situación efectiva de la
investigación científica en la sociedad que tiene que gestionar.
¿Qué puede aportar la filosofía de la ciencia en tales circunstancias?
Desde luego puede aportar criterios acerca del tipo de conocimientos que se
pueden considerar científicos y cómo distinguirlos de las patrañas pseudocientíficas
o las especulaciones ideológicas, se responde el autor. Podrá ayudar también a
comprender las diferencias y relaciones entre investigación básica, aplicada y
tecnológica, a comprender los procesos de evaluación interna de la ciencia y a
analizar las interacciones entre investigación científica, innovación económica
y social. Pero para que todo esto tenga sentido es preciso que el filósofo de
la ciencia mantenga el compromiso con el realismo científico.
La sociedad avanzada actual, espera evolucionar a una del conocimiento,
porque en ella la obtención, procesamiento y comunicación de conocimientos
(actividades características del subsistema cultural de cualquier sociedad) se
han convertido en actividades de un elevado valor económico tanto por sí mismas
como por el papel que desempeñan en la realización de casi cualquier otra
actividad de producción de bienes y servicios, identifica el autor. La producción,
gestión y transmisión del conocimiento, en especial del conocimiento científico,
ha pasado de ser una actividad complementaria y auxiliar de la actividad
industrial a ser ella misma una industria central para el conjunto del sistema
económico: la industria del conocimiento.
Una de las características más notables de la organización de la
ciencia actual es la extensión y diversidad del sistema de publicaciones científicas.
El número de revistas científicas que se publican regularmente se cuenta, al
año, por miles y el número de artículos científicos por millones. Esto ha
planteado retos de gestión de la información científica que no tienen
precedentes en ningún momento anterior de la historia de la ciencia, indica el
autor. Y la respuesta ha sido la industrialización de este aspecto de la
actividad científica, por medio de técnicas bibliométricas. El proceso se
compone de dos partes: una, se han desarrollado poderosas técnicas de
procesamiento de información que facilitan la gestión del conocimiento y su uso
por los investigadores y los administradores de instituciones científicas; por
otra, los nuevos sistemas de datos así obtenidos se aplican al control de las
propias actividades científicas (definición de campos de investigación,
evaluación de méritos científicos, análisis de la productividad de los
investigadores o las instituciones) para conseguir el máximo rendimiento. Se
produce así una situación curiosa: la ciencia ha proporcionado conocimientos
provechosos a la industria y la industria ha impuesto sus propios métodos de
gestión para el control de la ciencia. Desde el punto de vista científico, la
bibliometría se ha constituido en un campo de investigación especializado y un
apoyo para la sociología de la ciencia. Desde el punto de vista de la gestión
industrial de la ciencia, la bibliometría es también un instrumento sumamente útil.
El autor concluye que estos ejemplos permiten ver cómo podemos usar la
epistemología para mejorar nuestros instrumentos de gestión y evaluación de las
actividades científicas sin renunciar a la visión académica de la ciencia. Y
también permite ejemplificar un tipo de problemas que se plantea en los nuevos
sistemas de gestión de la ciencia y que está esperando a que los filósofos se
pongan a trabajar en ellos.
En Morelos, debemos avanzar en la comprensión de la relación entre el
poder político y la ciencia y en el uso de la bibliometría para acrecentar
nuestro acerbo de conocimiento y, también, la correcta industrialización de la
ciencia.
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