La salud es considerada como la máxima prioridad por la sociedad; sin ella, a la persona ya no le importa hablar de empleo, alimentación, educación, vivienda, seguridad, o equidad. Así, la consecución de la cobertura universal de salud se vuelve un tema toral en las agendas pública y política, ya que los gobiernos intentan satisfacer las expectativas de la población. Es imprescindible que nadie que necesite asistencia sanitaria, ya sea terapéutica o preventiva, deba arriesgarse a la ruina financiera por ello. Los países necesitan fondos estables y suficientes para la salud, pero la riqueza nacional no es un requisito previo para avanzar hacia la cobertura universal. Países con niveles similares de gasto en salud alcanzan resultados sorprendentemente dispares en comparación con sus inversiones. Las decisiones políticas ayudan a explicar en gran medida esta diferencia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2010 un reporte titulado La financiación de los sistemas de salud: el camino hacia la cobertura universal, cuyo objetivo es identificar una lista de opciones para la obtención de recursos suficientes y para la eliminación de las barreras económicas al acceso a los servicios de salud, especialmente en el caso de los pobres. Hay muchas maneras de promover y preservar la salud. La educación, la vivienda, la alimentación y el empleo, todos ellos, tienen un impacto sobre la salud. Corregir las desigualdades en estos aspectos disminuirá las desigualdades que se producen en la salud. No obstante, el acceso oportuno a los servicios de salud también es crítico: una combinación de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación. Un sistema de financiamiento de salud que funcione correctamente determina si las personas pueden permitirse el uso de los servicios sanitarios cuando los necesitan y, por supuesto, la existencia de los propios servicios.
Este informe señala que en algunos países, hasta el 11% de la población sufre, por crisis de salud, de dificultad financiera grave cada año y hasta el 5% se ve arrastrada a la pobreza. A nivel mundial, alrededor de 150 millones de personas sufren catástrofes financieras anualmente y 100 millones se ven obligadas a vivir por debajo del umbral de pobreza. Otro castigo financiero impuesto a los enfermos (y frecuentemente a quienes están a cargo de su cuidado) es la pérdida de ingresos. En la mayoría de los países, los familiares pueden ofrecer algún tipo de ayuda económica, aunque sea pequeña, a otros miembros de la familia cuando estos están enfermos. Las transferencias financieras más formales para proteger a quienes están demasiado enfermos como para trabajar son menos habituales. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sólo una de cada cinco personas en todo el mundo está cubierta con una seguridad social amplia que también incluya la pérdida salarial en caso de enfermedad, y más de la mitad de la población del mundo carece de todo tipo de protección social formal.
La OMS señala que los gobiernos se enfrentan a tres barreras fundamentales en su lucha por alcanzar dicha cobertura: ¿cómo se tiene que financiar dicho sistema de salud?, ¿cómo pueden proteger a las personas de las consecuencias financieras de la enfermedad y del pago de los servicios de salud? y ¿cómo pueden fomentar el uso óptimo de los recursos disponibles? Con relación a la primera barrera, ningún país, independientemente de su riqueza, ha sido capaz de garantizar a todas las personas el acceso inmediato a todas las tecnologías o intervenciones que puedan mejorar la salud o prolongar la vida. La segunda barrera para la cobertura universal es la dependencia excesiva de los pagos directos en el momento en que la gente necesita asistencia. Esto incluye los pagos de medicamentos y las cuotas de las consultas y los procedimientos. Aun disponiendo de algún tipo de seguro médico, puede ser obligatorio contribuir en forma de copagos, coaseguros o deducibles. El tercer obstáculo para avanzar más rápido hacia la cobertura universal es el uso ineficiente y no equitativo de los recursos. Se malgasta del 20 al 40 por ciento de los recursos destinados a la salud, siendo ésta una estimación conservadora. Reducir este despilfarro mejoraría en gran medida la capacidad de los sistemas sanitarios para prestar servicios de calidad y mejorar la salud.
Con relación a la cobertura universal de salud en Morelos, debemos conocer el avance en tres dimensiones. Población ¿quién está cubierto?, servicios ¿qué servicios están cubiertos? y gastos directos ¿cuál es la proporción de gastos cubiertos? Reconozcamos que el diseño y la estrategia de aplicación de la financiación sanitaria es un proceso de adaptación continua, más que un progreso lineal hacia una perfección teórica. Se debe empezar por una exposición clara de lo que se entiende por cobertura universal y de los principios y mecanismos que conducen a su sistema de financiamiento.
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