El avance tecnológico siempre ha tenido un efecto
en la detección y prevención de las actividades criminales pero, también, ha
causado una mayor eficacia en las técnicas utilizadas por los criminales. Ambos
lados han avanzado en su capacidad de comunicación, armamento, logística y entrenamiento.
Era común que los criminales siempre fueran a la zaga de la policía, lo que
permitía mantener la paz social en cualquier lugar geográfico. Sin embargo,
este desbalance sea ha roto en diversas zonas del país, donde
desafortunadamente existe una superioridad tecnológica de los criminales sobre
los policías.
Gene
Stephens, Profesor Emérito Distinguido de la Universidad de Carolina del Sur y
actualmente colaborador del Instituto en Administración para Mantener el Orden
Público (Law Enforcement Management Institute), en Texas, escribió sobre
el “Crimen en el año 2030” (Crime in the Year 2030, The Futurist, January-February
2013, Vol. 47, No. 1). En este artículo, el autor presenta los asuntos más
importantes que probablemente ocurrirán de ahora al año 2030, su impacto en la
seguridad pública y las acciones posibles que tomarán, tanto los criminales
como la policía. Los retos para alcanzar un efectivo respeto a la ley son
enormes y el único camino para lograrlo demandará de una nueva y reforzada
dedicación y compromiso de los policías con el servicio público. El debido
proceso y las deliberaciones necesarias para garantizar seguridad y justicia
deberán realizarse a un ritmo cada vez mayor.
Una
avalancha de tecnologías emergentes está transformando el crimen y su control,
lo que afectará el modo de vida de todas las personas a nivel mundial. La
tecnología es amoral, considera el autor, y será utilizada bien o mal; da los
medios para cometer crímenes, para evitarlos, para ocultarlos y para
detectarlos. Los criminales y los policías tendrán equipos y sistemas de
vigilancia operando de tiempo completo y en tiempo real. Las mejoras tecnológicas
permitirán que cualquier creatura viva pueda ser localizable donde sea y a
cualquier hora. Por ejemplo, la evidencia de culpabilidad se ampliará de
fluidos corporales a olores o esencias y, también, la tendencia de incorporar
dispositivos electrónicos de reconocimiento a tarjetas del transporte, de
crédito y eventualmente a las personas. Incluso, se podría considerar un delito
no estar disponible en la red de detección.
La
falta de disponibilidad de agua potable y de energía barata y su mayor escasez
futura incrementará el volumen y el grado de los delitos, asegura el autor. La
diferencia entre los que tienen estos recursos y los que no causará conflictos
todavía más graves, tanto para regiones mundiales como países, estados,
localidades o vecinos. Todos necesitamos agua y energía para sobrevivir.
Alterar líneas de electricidad o acueductos es un crimen que va en aumento y
que cuesta miles de millones de pesos a las compañías, estatales o privadas,
que transforman y distribuyen ambos productos. Se deben considerar, también,
los actos de terrorismos sobre ambas “líneas” de distribución en las muy
probables futuras guerras por recursos naturales.
La
transparencia, la privacidad y su interrelación serán temas de enorme
relevancia al 2030, señala el autor. La cobertura de comunicación en los medios
ya es de 24 horas diarias, los siete días de la semana. El flujo de información
no para en televisión, radio e internet. Su captura y diseminación se ha vuelto
más íntima e inmediata con cámaras y grabadoras en cualquier teléfono celular,
además de contar con sistemas GPS para localización instantánea. Adicionalmente,
la miniaturización, o más aún la “nanoturización”, de los dispositivos
de vigilancia y su incorporación a redes electrónicas mundiales manejadas por
supercomputadoras, crearán una omnipresencia de los medios, tanto corporativos
como individuales. ¿Habrá en el futuro algún lugar donde una persona se pueda
ocultar de ser observada públicamente? También, dichas tecnologías atentarán
contra nuestras libertades civiles al poder mal utilizar la existencia de un
“record permanente”.
El
valor de la privacidad y otras libertades civiles cambiará en un mundo que
estará vigilado permanentemente, apunta el autor. El avance en la comunicación
masiva por medio de las redes sociales ya está cambiando los valores de los
jóvenes, al compartir información personal que los mayores consideramos
confidencial. De hecho, criminales y policías ya navegan la red
consuetudinariamente para elegir víctimas o para encontrar evidencias de
actividades ilegítimas.
El
propio concepto de libertad de elección está bajo presión por la naturaleza de
esta sociedad emergente, indica el autor. Ya han sucedido revueltas masivas
contra actos de gobierno que atentan contra esta libertad y la tendencia apunta
a que podrán haber reacciones mucho más globales y violentas; que incluso se
enfrenten al uso de las tecnologías mencionadas.
En Morelos y en el mundo, existirán
conflictos sociales acerca de cómo utilizar las tecnologías emergentes para combatir
el avance del crimen. No queremos que los criminales superen a nuestros
policías y tampoco queremos perder nuestros valores y libertades individuales.
Debemos analizar ya el rumbo que tomará nuestra sociedad.
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