Hemos señalado en otras ocasiones que es imposible comprender
cómo nuestro país esté dentro de los primeros quince países del mundo en
generación de riqueza y, simultáneamente, estemos en lugar 60, aproximadamente,
si tomamos en consideración otros aspectos como el educativo y la salud, y que
adicionalmente bajemos otros 10 lugares si consideramos el aspecto de equidad
de género. Algunos mexicanos son inmensamente ricos y la mayoría está en la
pobreza. Por ejemplo, ¿quiénes se han beneficiado de petróleo extraído del
subsuelo mexicano? La teoría de que la riqueza generada por algunos se derramaría
poco a poco a la mayoría ha fracasado. En el marco de las reformas que
planteará este Gobierno Federal es imprescindible analizar el tipo de empresas
que ayuden a alcanzar el bienestar de la sociedad mexicana.
Joergen
Oerstroem Moeller, investigador titular visitante en el Institute of Southeast
Asian Studies in Singapore y profesor adjunto en la Singapore Management
University & Copenhagen Business School, escribió un artículo sobre las
diferencias en los métodos de gobernanza de las empresas entre Estados Unidos y
China (China’s Effort to Redefine Corporate Governance, World Future
Review, Fall 2012, page 5). La legitimidad de cualquier modelo económico o
sistema político se sustenta en proveer seguridad, salud y bienestar a la
población; sin embargo, el autor plantea que una fracción en aumento del
sistema empresarial occidental, en particular del área financiera, está
violando esta regla dorada.
A
pesar de que la mayoría de los métodos de gobernanza empresarial fue inventada
en Estados Unidos, ahora existen fuertes críticas sobre ese sistema empresarial
y, en especial, de los valores éticos y morales empleados en su funcionamiento,
asegura el autor. Ejemplos abundan, J. P. Morgan perdió 9 mil millones
de dólares especulando en transacciones financieras de derivados; el Bank of
America perdió 40 mil millones de dólares durante los últimos cuatro años
por malas inversiones en bienes raíces; un número importante de corporaciones
no pagan impuestos federales pero sí reciben beneficios en sus impuestos de sus
gobiernos, y el gobierno de Grecia paga 500 millones de dólares a instituciones
financieras que especularon contra los propios gobiernos y bancos centrales
europeos e instituciones financieras internacionales.
A
las personas no les importa si un emprendedor gana dinero por un invento o por
construir una compañía exitosa, ya que contribuyeron al desarrollo de la
sociedad y crearon empleos, indica el autor. Sin embargo, ¿qué se merece
aquella persona del sector financiero que maneja instrumentos financieros? Ésta
se ha convertido en una pregunta crucial para el sistema capitalista y la
gobernanza corporativa, sobre todo si se considera que en Estados Unidos e
Inglaterra la participación del sector financiero corresponde al 10 por ciento
del Producto Interno Bruto (PIB).
La
inmensa mayoría de las empresas americanas y europeas cotiza en bolsas de
valores y es propiedad de accionistas, señala el autor. Si la mayoría de estos
accionistas son individuos entonces la población está ligada al sistema
empresarial, que les provee los bienes y servicios que ellos necesitan. Los
ahorros de las personas comunes financian a las corporaciones y las ganancias
regresan a las mismas personas; una mayor producción crea más beneficios para
compartir entre todos. Sin embargo, el contrato social implícito se rompe si el
inversor individual es reemplazado por el inversor corporativo. En 1965, en
Estados Unidos, más del 80 por ciento de las acciones eran propiedad de
individuos; en 2007, era menos del 20 por ciento. En el mismo periodo, la
participación del sector financiero en el PIB se duplicó. Además, este sector
se plantea sólo ganancias en el corto plazo y no le interesa el estado de las
empresas en las que invierte.
El
tipo de propiedad de las empresas asiáticas es muy diferente al de las
estadounidenses o europeas, ya que pocas dependen del mercado de valores para
obtener capital, según el autor. La mayoría de sus acciones son propiedad de
los estados o por familias que frecuentemente tienen ligas con el estado. Así,
estas compañías para obtener capital no dependen de sus acciones en los
mercados o de alcanzar ganancias sólo para atraer inversionistas.
En
China, por ejemplo, el banco es un instrumento para canalizar fondos del
gobierno a empresas propiedad del estado en los términos y condiciones que
promuevan los objetivos establecidos por el gobierno o, mejor dicho, por el
Partido Comunista Chino (PCC), apunta el autor. Si un proyecto contribuye a un
desarrollo social establecido en la lista aprobada del PCC, entonces recibe
financiamiento independientemente de su valor en una economía de mercado. La
inversión extranjera directa es aceptada para conocer qué sectores de su
economía son rentables desde el punto de vista de los mercados. Los chinos
consideran que la riqueza de una nación depende de la riqueza de la sociedad o
qué también se desarrolla la sociedad de acuerdo con los objetivos y
prioridades establecidos por el PCC, y no depende de la acumulación individual o
empresarial de riqueza.
El
crecimiento anual de China alcanzó más del 10 por ciento anual en las décadas
recientes y los objetivos del PCC se alcanzaron, elevando el nivel y la calidad
de vida del ciudadano chino promedio. No hubo conflicto entre las políticas
sociales y las políticas de mercado, establece el autor, ya que ambos sectores
crecieron rápidamente. Existen dos factores que pueden afectar este crecimiento
en el futuro: el incremento en la desigualdad de los ingresos, ya que una parte
importante de los grandes ingresos privados va a una pequeña porción de la
población, y un desbalance entre objetivos de política, sociales versus
economía de mercado.
En
Morelos y en México, es imprescindible conocer bajo qué condiciones la
gobernanza de una empresa propiedad del estado puede ayudar a lograr beneficios
para la sociedad, sin cumplir estrictamente con los indicadores de mercado. La
reforma de PEMEX implica la reforma de toda la industria petrolera y
petroquímica mexicana, no tendría sentido de otra forma; pero el objetivo debe
ser un mayor beneficio para la sociedad mexicana. La consolidación estatal de
la agroindustria de la caña de azúcar es fundamental, no es posible sólo pensar
en la rentabilidad de un ingenio. El desarrollo del país depende de un fino
balance entre las políticas sociales y las políticas económicas de los
mercados; que la gobernanza empresarial sea para el beneficio de todos los
mexicanos.
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