publicado en La Jornada Morelos el 8 de julio de 2013
La inclusión efectiva de la cultura en las
estrategias nacionales e internacionales de desarrollo exige avanzar en la producción
de nuevas informaciones y datos que evidencien, exploren y evalúen las múltiples,
ricas y variadas formas de contribución de la cultura a los procesos de desarrollo.
Sin embargo, la diversidad de las culturas, la particularidad de cada situación
y contexto social, histórico y político, así como la dificultad de medir sus
aspectos más intangibles, han sido unos de los obstáculos fundamentales para la
generación de datos estadísticos comparables internacionalmente. Preguntas fundamentales
son: ¿de qué manera contribuye
la cultura al desarrollo de un país?, ¿cómo
interacciona con otras áreas prioritarias del desarrollo? y ¿cómo se gestionan los recursos de la cultura para
apoyar la sustentabilidad de los procesos de cambio?
Guiomar
Alonso Cano y Melika Caucino, especialistas de la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en
inglés), escribieron el artículo intitulado “Indicadores UNESCO de la Cultura
para el Desarrollo”, que fue publicado en la Revista Cultura y Desarrollo,
No. 9, 2013. Describen que la UNESCO ha puesto a disposición de la comunidad
internacional una metodología llamada “Batería de Indicadores UNESCO de la
Cultura para el Desarrollo” (BICD) que mide el papel que juega la cultura en los
procesos de desarrollo a nivel país.
Esta
BICD aborda la cultura tanto en su acepción amplia de valores y normas que
orientan la conducta humana como en su sentido restringido de sector de
actividad organizada, señalan los autores. Su punto de partida fue establecer
con claridad el marco conceptual que debía sostener a los indicadores propuestos.
Se define la cultura en dos sentidos. Por un lado, en su sentido amplio (antropológico)
como el conjunto de normas, valores, saberes, creencias, modos de vida y prácticas
simbólicas que orientan la conducta individual y organizan el comportamiento
colectivo. Por otro lado, en su sentido restringido (sectorial) como un conjunto
de actividades que organiza las diferentes manifestaciones de la creatividad
intelectual y artística - tanto pasada como presente- y que incluye individuos,
organizaciones e instituciones implicados en su transmisión y renovación. Asimismo,
define desarrollo como un proceso de cambio y transformación de las sociedades
y expansión de libertades.
La
BIDC es una herramienta estadística de sensibilización dirigida a instancias
nacionales e internacionales del desarrollo. Tiene 22 indicadores, organizados
en 7 dimensiones clave, que muestran las relaciones e interdependencias entre
cultura y desarrollo e informan de la formulación de políticas y medidas, tanto
culturales como de desarrollo. A continuación se describen dichas dimensiones,
acorde con lo presentado por los autores.
Con
la dimensión Economía se trata de demostrar la contribución directa del sector
cultural al crecimiento económico a través de tres variables: el aporte de las
actividades culturales al producto interno bruto de los países; el empleo generado
por las ocupaciones culturales y los gastos de los hogares en bienes y
servicios culturales.
La
dimensión Educación es para analizar la prioridad acordada por las autoridades
públicas para el desarrollo de un sistema educativo que valore la
interculturalidad, la diversidad cultural y la creatividad; promocione la
apreciación de la cultura entre el público; incida en la creación de públicos
informados, e influya en el empoderamiento cultural de sus ciudadanos y la promoción
de una clase creativa competitiva.
La
dimensión Gobernanza e Institucionalidad evalúa y analiza los mecanismos
normativos, políticos e institucionales susceptibles de favorecer los derechos
culturales, promover la diversidad y fomentar la cultura como parte esencial
del desarrollo. Aborda los compromisos y resultados en materia de gobernanza e institucionalidad
cultural a través del grado de acción de las autoridades públicas en la formulación
e implementación de marcos normativos, políticos e institucionales. Cubre también
la disposición de infraestructuras culturales y los espacios para participar en
procesos mediante los cuales se formulan e implementan las políticas
culturales.
La
dimensión Participación Social trata sobre la libertad de acceder a las
actividades y al consumo de bienes y servicios culturales, así como al
desarrollo de prácticas culturales, y tiene el potencial de incidir en la
calidad de vida de los individuos, por ende, en el desarrollo. Esta dimensión mide
los niveles de participación en la vida cultural y las posibles fracturas o
exclusiones existentes, con la intención de evaluar y aproximarse al nivel de
vitalidad cultural, a la apropiación social de las actividades culturales y a
las divisiones o exclusiones existentes en el seno de una sociedad.
La
dimensión Comunicación evalúa en qué medida se promueve una interacción entre
la cultura y la comunicación. Aborda en sus tres sub-dimensiones el respeto y
promoción del derecho a la libertad de expresión, entendida como pilar del
desarrollo de sociedades participativas y abiertas y condición de un entorno
favorable para la creatividad y la diversidad cultural. Asimismo, trata la promoción
para acceder a las tecnologías digitales, en particular a internet, y mide también
la diversidad de contenidos de ficción en la televisión pública.
La
dimensión Equidad de Género es aspecto central del desarrollo sustentable. La igualdad
de oportunidades sociales, económicas, políticas y culturales para que toda la población
pueda gozar de libertades en estos campos sin ninguna discriminación es una
meta prioritaria. Los valores y aptitudes culturales pueden incidir en que la discriminación
contra mujeres persista, pero también pueden influir para que se reduzca y
desaparezca. Además, los valores y aptitudes culturales son permeables a las políticas
y medidas activas en favor de la equidad de género y no son estáticos sino que
evolucionan y se refuerzan mutuamente.
La dimensión Patrimonio Cultural, entendida
desde una perspectiva holística (incluyendo el patrimonio natural y cultural, tangible
e intangible, mueble e inmueble), es a la vez un producto y un proceso que
proporciona a las sociedades atributos heredadas del pasado o creados en el
presente y otorgados en beneficio de las generaciones futuras. Estos recursos
son una “riqueza frágil”, que requieren políticas y modelos de desarrollo que
preserven y respeten su diversidad y singularidad, ya que, una vez perdidos, no
son recuperables.
En
Morelos, es necesario implantar la BICD para contribuir a fomentar procesos de
diálogo interinstitucional sobre las relaciones entre cultura y desarrollo, al reforzar
nuestras capacidades en materia de estadísticas y su tratamiento. Su puesta en
marcha de manera participativa es un aspecto clave a la hora de promover altos niveles
de apropiación de los resultados y por lo tanto facilitar su uso efectivo en la
formulación de políticas y medidas más informadas.
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