La definición de un producto o proceso
“inteligente” ha avanzado. Con relación a los edificios, antes, se le asignaba
esa característica si uno o varios de sus componentes respondían a estímulos
externos en beneficio de los ocupantes. Por ejemplo, si en un edificio se
prendía la luz en algunos cuartos porque tenían sensores de movimiento,
permitiendo ahorrar electricidad si no había personas, o las ventanas exteriores
se opacaban si la radiación solar subía de un cierto valor, reduciendo el
incremento de temperatura al interior del cuarto. Ahora, los edificios son
inteligentes si además de tener la habilidad de reaccionar también tienen
conciencia propia de su estado. Por ejemplo, cuentan con un sistema de
adquisición de datos que permite conocer en tiempo real la temperatura, humedad
y actividad que existen en cualquier cuarto y, cuando se le pregunta hace
alguna sugerencia o cuando algún parámetro llega a valores determinados ya tiene
programadas acciones inmediatas.
Jeremy
Watson, Profesor y director científico del Grupo ARUP, coordinó una reunión de
análisis, organizada por la Real Academia de Ingeniería del Reino Unido, para
considerar aplicaciones tecnológicas potenciales en edificios inteligentes e
identificar retos posibles. Los resultados de este Comité fueron publicados
recientemente (Smart buildings: people and performance. © Royal Academy of
Engineering June 2013. www.raeng.org.uk).
Los nuevos Sistemas de Administración de Edificios (BMS, por sus siglas en
inglés) tienen avances enormes para recolectar y analizar gran cantidad de
datos, lo que permite aprender y aún anticipar las necesidades y preferencias
de sus ocupantes, desde niveles de iluminación, temperatura, consciencia energética
hasta compañías de abasto. La expansión y mejora en redes inalámbricas y el
aumento en las capacidades computacionales en el hogar permiten que los
diseñadores, arquitectos e ingenieros tengan las herramientas para usar los
datos y construir ambientes más confortables y que disminuyan nuestra huella de
carbón.
Para
el año 2020, el Comité asume que en las edificaciones del mundo habrá unos 50
mil millones de equipos y sensores conectados en red a nivel mundial (la ahora
llamada internet de las cosas), constituyendo una enorme fuente de datos sobre
movimientos, calor, iluminación y uso de espacios. Esta información permitirá a
los BMS hacer alteraciones personificadas y anticipadas en tiempo real a los
ambientes de los ocupantes y que ya no sólo sean reactivas. Los datos enviados
por los sensores también podrán ser analizados como una evaluación post-ocupación
para mejorar el diseño de subsecuentes sistemas y edificios. Los medidores y
redes inteligentes de electricidad ya proveen una información valiosa sobre el
patrón y volumen del consumo de energía, tanto a las compañías como a los
ocupantes, para regular su uso y reducir las facturas. En el Reino Unido, el
gobierno estableció una norma obligatoria para que todos los distribuidores de
electricidad proveyeran de medidores inteligentes al 100 por ciento de sus
clientes a fines del 2019. También, estima que esta medida traerá beneficios
por 100 mil millones de pesos, en los próximos 20 años, a los consumidores y
distribuidores de electricidad por tener una forma más precisa y amplia de
cobrar y por un control más eficiente en su uso.
Los
edificios deben cambiar y adaptarse para satisfacer a sus ocupantes. Así, el
Comité considera muy importante incorporar en el diseño al usuario para
permitirles control sobre su ambiente. Los edificios inteligentes deben
responder a sus ocupantes para mejorar continuamente sus condiciones de vida.
Los arquitectos e ingenieros deben resistir la tentación de suponer el tipo y
necesidades que tendrán los futuros habitantes de sus edificios. El
requerimiento de las necesidades de los ocupantes es fundamental cuando se
reacondiciona una edificación para proveer los servicios apropiados. También,
los diseñadores deben considerar la necesidad humana de control sobre su
ambiente inmediato y no dejarse llevar por una tecnología desconocida para
ellos. Los edificios deben ser considerados como sistemas socio-tecnológicos.
Si
se considera que la vida útil de un edificio está entre 50 y 100 años, mientras
que la tecnología digital cambia drásticamente cada 5 años o menos, el Comité
propone la necesidad de un nuevo paradigma en la construcción. La posibilidad
de que los edificios puedan evolucionar como los seres vivos ofrece enormes
oportunidades al pensamiento imaginativo; considere a un edificio como un
núcleo de infraestructura con muchos sistemas inteligentes conectados a éste. Un
símil presentado es el teléfono inteligente actual y sus aplicaciones. Otro
modelo potencial está en el diseño de los aviones comerciales. El Boeing 747
tiene 50 años de haber sido construido, sin embargo ha sido rehabilitado seis
veces por la necesidad de mejorar sus sistemas electrónicos, de comunicaciones
y de seguridad.
En Morelos, debemos incorporar este
concepto de inteligencia en todas nuestras edificaciones, tenemos las
capacidades científicas, tecnológicas y de innovación en las áreas de
tecnologías de información, arquitectura, ingeniería, diseño y materiales.
Además, no debemos olvidar que lo importante son los servicios y la creación de
mejores ambientes para vivir y trabajar, más que los datos y las aplicaciones.
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