En la actividad
cultural concurren múltiples actores que participan de una u otra forma en las
diversas etapas del ciclo cultural de creación, producción, difusión, exhibición,
transmisión, recepción, participación y consumo. Desde el artista, el creativo,
el artesano y el gestor cultural hasta las pequeñas empresas, los grandes
grupos con operaciones a nivel internacional. Desde la editorial y la casa
discográfica hasta los consumidores, pasando por vendedores de tienda, diseñadores
web de ventas online y, muchas veces, redes de piratería. Desde el
animador de televisión, el actor, el periodista y el comentarista hasta el
telespectador adulto, juvenil o infantil. Desde el fabricante de dispositivos
electrónicos, el reparador de radios, el programador de computadoras, el diseñador
y el publicista hasta la teleaudiencia.
Ernesto
Espíndola, coordinó la elaboración del estudio “Cultura y desarrollo económico en Iberoamérica 2014” (publicado por la
Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), ® OEI, ISBN:
978-84-7666-217-5, impreso en agosto de 2014). El documento aborda el
efecto de la cultura en el desarrollo económico de nuestros países y recolecta
y genera una multiplicidad de estadísticas culturales e informaciones afines. Sin
embargo, advierten que el estudio todavía es un mosaico incompleto de la
realidad y diversidad cultural de nuestros pueblos, un faro que no señala el
puerto, sino tan sólo un punto en el camino.
El
estudio señala que es importante entender qué engloba el concepto de economía
de la cultura y sugiere utilizar el recientemente acuñado concepto de “economía naranja”: conjunto de
actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en
bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de
propiedad intelectual. Su universo está compuesto por la economía cultural y
las industrias creativas, en cuya intersección se encuentran las industrias culturales
convencionales, y por las áreas de soporte para la creatividad. Por industrias
culturales convencionales se entienden aquellas actividades que proveen bienes
y servicios basándose en los contenidos simbólicos, artísticos y creativos que
pueden ser reproducidos o difundidos masivamente, y que tradicionalmente se
reconocen por tener una estrecha relación con la cultura (industria editorial,
audiovisual y fonográfica).
Una
política a más largo plazo para revalorizar las culturas nacionales consiste en
“capacitar a la demanda”, plantea el estudio. Por lo que se debe promover el
gusto por la cultura en general a través de programas escolares que incorporen
un mayor acercamiento a la experiencia cultural; así como, vivir en carne
propia el baile, la música o la pintura, ya que contribuye a la formación del
gusto, al respeto por estas actividades y a un mejor conocimiento de la riqueza
del patrimonio nacional. También, se debe recordar la importancia de los
eslabones medios de la cadena de producción cultural, particularmente el
mercadeo, la promoción y la distribución.
La
participación del Estado es fundamental para el impulso de la cultura y algunos
elementos de movilización son, según el estudio: apoyar y promover las instancias
de programas y proyectos que prioricen iniciativas de democratización y acceso
a los bienes culturales, en especial aquellas vinculadas a los medios de
comunicación como herramientas de difusión de la producción cultural; impulsar
la integración y el respeto a la diversidad cultural en el marco de las estrategias
de desarrollo sustentable, mediante programas y planes de
estímulo a la producción y el acceso a los bienes culturales; proponer
instrumentos de política cultural que prioricen la implementación de los derechos
culturales consagrados en la norma fundamental y propiciar acciones que garanticen
el libre ejercicio y el acceso a los bienes culturales; proponer estudios diagnósticos
sobre las políticas culturales y la incidencia de la cultura en el desarrollo
económico a nivel regional y nacional, y proponer la formulación de planes
estratégicos regionales y locales, como los clusters;
incrementar los convenios e intercambios internacionales para la capacitación y
la ampliación de los programas de becas y ayudas, así como los intercambios con
universidades e instituciones extranjeras; contribuir a la formación y
capacitación de recursos humanos para la gestión cultural y artística en un
marco de cooperación entre áreas subnacionales; formular acciones que tiendan a
la valorización económica y política de la cultura en su contribución al
desarrollo sostenible; propiciar evaluaciones de impacto de la producción
cultural sobre los indicadores nacionales; y formular propuestas de desarrollo
o actualización de las normativas vinculadas con la gestión cultural, en
especial con lo relativo a leyes de cultura, derechos de autor, circulación de
bienes culturales y toda otra iniciativa relacionada con la defensa de los
derechos culturales, en especial de grupos minoritarios o pueblos originarios.
En
Morelos, debemos fomentar la creación de clusters culturales y
creativos, en los que se agrupen empresas creativas y entidades relacionadas
dentro de un mismo marco dinámico, para impulsar la localización de las
empresas e instituciones relacionadas en los mismos entornos para favorecer el
trabajo en red, lo que obliga a promover entornos seguros para que las empresas
tengan buen acceso al conocimiento, a los mercados y al financiamiento.
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