Un cambio de paradigma
energético en el mundo se vuelve cada vez más apremiante. El aumento en la
temperatura del agua en los océanos, las guerras geopolíticas por el petróleo,
el desabasto de combustibles en muchas regiones del mundo, el constante
incremento en el precio de las gasolinas y la electricidad, la elevada
contaminación atmosférica en muchas ciudades, y la muy reducida generación de empleos,
sin lugar a dudas, garantizan la transición energética de combustibles fósiles
a fuentes renovables de energía. Se ha hablado por décadas de esta transición
pero hasta hace muy poco no se había hecho un esfuerzo significativo;
afortunadamente, esto está cambiando.
La Agencia Internacional de Energía publicó recientemente
un documento que presenta dichas trayectorias tecnológicas para, a partir de
este año, alcanzar un sistema energético limpio en el año 2050 (Energy
Technology Perspectives 2012: Pathways to a Clean Energy System, Executive
summary, International Energy Agency, © OCDE/AIE, 2012). Este documento
muestra claramente que la utilización integrada de tecnologías claves ya
existentes posibilitaría disminuir la dependencia de combustibles fósiles
importados o de recursos nacionales limitados, disponer de electricidad con
bajo contenido de carbono, mejorar la eficiencia energética y reducir las
emisiones en los sectores de la industria, del transporte y de edificios. Esto
frenaría el crecimiento vertiginoso de la demanda de energía, reduciría las
importaciones, reforzaría las economías nacionales y, con el tiempo, haría
disminuir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
El Escenario 2 °C (2DS) de este documento explora las opciones
tecnológicas necesarias para lograr un futuro sostenible basado en una mayor
eficiencia energética y en un sistema energético más equilibrado, con energías
renovables y menos emisiones. Identifica las opciones tecnológicas y las políticas
energéticas que garantizan un 80% de probabilidades de limitar el aumento de la
temperatura mundial a largo plazo a 2 °C, siempre que se reduzcan
simultáneamente las emisiones de CO2 no relacionadas con la energía,
así como otros gases de efecto invernadero.
Tiene sentido invertir en energía limpia, ya que cada
dólar adicional invertido puede generar tres dólares de ahorro de combustible
futuro para 2050, señala el estudio. Es necesario duplicar la inversión
en energía limpia de aquí al 2020. Alcanzar el 2DS implicaría una inversión
adicional de 36 billones de dólares (recordemos que un billón es un millón de
millones) de hoy al 2050, un 35 por ciento más que en un escenario en el que el
control de las emisiones de carbono no fuera una prioridad, lo que equivaldría a
130 dólares suplementarios por persona cada año. Sin embargo, invertir no es lo
mismo que gastar: para 2025, el ahorro de combustible realizado superaría a la
inversión efectuada; en 2050, ese ahorro representaría más de 100 billones de
dólares. Y aun cuando a ese eventual ahorro futuro se le aplicara una tasa de
descuento del 10 por ciento, de ahora a 2050 se lograría un ahorro neto de 5
billones de dólares. Aplicando hipótesis prudentes sobre el impacto que una menor
demanda de combustibles fósiles puede tener en sus precios, el ahorro de
combustible calculado sube hasta los 150 billones de dólares.
La seguridad energética y la atenuación del cambio
climático son aliadas, ya que el escenario 2DS del estudio demuestra la forma
en que la eficiencia energética y el despliegue acelerado de tecnologías bajas
en carbono pueden contribuir a limitar el gasto público, reducir la dependencia
de las importaciones de energía y disminuir las emisiones. Prácticamente en todas
partes, existen posibles fuentes de energía renovable y significativas
oportunidades para la eficiencia energética, a diferencia de otras fuentes de
energía, concentradas en un restringido número de países. La reducción de la
intensidad energética así como la diversificación geográfica y tecnológica de
las fuentes de energía daría lugar a una seguridad energética y a unos
beneficios económicos de amplio alcance. En el 2DS, como resultado del ahorro
de energía y del uso de fuentes de energía alternativas, los países ahorrarían
un total de 450 EJ (exajulios o diez a la doce julios) en compras de
combustibles fósiles hasta 2020, lo que equivale al total de las importaciones
de combustibles fósiles por parte de los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en los últimos seis años; para
2050, el ahorro acumulado de combustible fósil calculado en el 2DS sería de 9
000 EJ, el equivalente a más de 15 años de la demanda mundial actual de energía
primaria.
Pese al potencial tecnológico, el progreso de la energía
limpia es demasiado lento, apunta el documento.
Nueve de cada diez
tecnologías con potencial para permitir el ahorro de energía y la reducción de
emisiones de CO2 están incumpliendo los objetivos de despliegue
requeridos para lograr la necesaria transición a un futuro bajo en carbono. Sólo
un conjunto de tecnologías de energía renovable más desarrolladas –entre las que cabe citar hidroeléctrica,
biomasa, eólica terrestre y solar fotovoltaica– están realizando
suficiente progreso, mientras que otras tecnologías clave para el ahorro de
energía y la reducción de las emisiones de CO2 se hallan rezagadas.
Particularmente preocupante resulta la lenta asimilación de las tecnologías de
eficiencia energética, así como la ausencia de progreso de la captura y almacenamiento
de carbono y, en menor medida, de la energía eólica marina y la energía solar
de concentración. La multiplicación durante el próximo decenio de proyectos que
recurran a esas tecnologías será determinante.
En Morelos, una resuelta política pública puede contribuir
a que tecnologías claves adquieran un carácter verdaderamente competitivo y se
utilicen ampliamente. Se deberá aprovechar la oportunidad que ofrece el
potencial de la tecnología y crear el marco adecuado para alentar su desarrollo
y despliegue, teniendo en cuenta los intereses que mueven a los principales
interesados: se necesitan claros incentivos para los consumidores, las empresas
y los inversionistas. Se deberán establecer objetivos de energía
limpia rigurosos y creíbles, que deberán ser transparentes y predecibles a fin
abordar y atenuar los riesgos financieros que conllevan las nuevas tecnologías.
Será esencial contar con medidas y mercados sólidos, que impulsen la
flexibilidad y mitiguen los riesgos para quienes inviertan en esas tecnologías.
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