La apropiación social de la ciencia y la
técnica es un tema fundamental de la política educativa y de la cultura del
conocimiento. También, es un tema crucial en los foros de discusión sobre la
gobernanza de la ciencia y en los debates sobre ética y ciencia, donde se
encuentra la necesidad de una adecuada alfabetización y divulgación de
conocimientos científicos y técnicos, y de una actualización en los programas
de educación formal. Por lo anterior es imprescindible la necesidad de
proyectar procesos de actualización del conocimiento que operen en contextos
sociales amplios como instrumento para el logro de una ciudadanía calificada
para evaluar la deseabilidad social de tecnologías que se están incorporando a la
vida cotidiana, como pueden ser algunos aspectos de la nanotecnología o de la
biotecnología.
Clara
Barroso, profesora titular de la Universidad de La Laguna, España, escribió el
artículo intitulado “Lo que sabemos e ignoramos: del conocimiento cotidiano a
la comprensión de la tecnociencia”, publicado por la Organización de los
Estados Iberoamericanos en su Revista CTS, Selección 2012, páginas 127 a 139. Este
trabajo reflexiona sobre el análisis de los componentes cognitivos que hacen
posible la comprensión de las nuevas teorías y de las realizaciones
tecnológicas que de ellas se derivan y que conforman el entorno científico actual;
buscando claves que impulsen propuestas de formación, actualización y
apropiación social de los conocimientos tecno-científicos.
El
conocimiento cotidiano se asienta en las representaciones abstractas de las percepciones
de objetos que pertenecen a la realidad de nuestra experiencia vivida. Así, establece
la autora que el primer escalón del conocimiento lo constituye las
oportunidades del entorno físico en que cada individuo se desarrolla, con los
estímulos que pueden procesarse orgánicamente. Se necesitan experiencias e interacción
física con el mundo real para obtener percepciones sensoriales y asignando
significado a éstas comprendemos el mundo real en que estamos inmersos. El
segundo escalón está vinculado a la capacidad (que es en parte intrínseca y en parte
inducida por el contexto en que cada individuo comienza su desarrollo
cognitivo) que cada individuo posee para compartir significados de los
estímulos físicos que puede procesar cerebralmente. En este nivel, el proceso
de construcción de significados está fuertemente mediatizado por el contexto
cultural (significados compartidos) en que cada individuo experimenta los
estímulos físicos. La percepción es imposible sin experiencias físicas; el
significado viene determinado por el entorno en que la percepción tiene lugar y
dicho significado no se construye al margen de la experiencia social del
contexto físico.
La
educación formal está vinculada al acceso a los conocimientos que la sociedad, a
través de los expertos y responsables políticos, decide que son los necesarios
para comprender el mundo en que este individuo ha de vivir. La autora considera
que así se inicia un nuevo proceso en que experiencias indirectas (contenidos)
han de entrar a formar parte de su acervo de conocimientos y se inicia el
proceso que hará posible dotar de significado a realidades que no se perciben
ni forman parte de la experiencia cotidiana: se accede al conocimiento
científico. Así surge lo que la autora denomina el conocimiento cotidiano de lo
no cotidiano.
La
mayor parte de las realidades sobre las que reflexiona la ciencia son, según la
autora, realidades que no forman parte
de las experiencias que, como organismos y miembros de una sociedad, podemos
percibir: las formas de vida microscópicas o no vinculadas a nuestro entorno
(bacterias, formas de vida en los fondos oceánicos o en cráteres); entidades
abstractas como teoremas o reglas lingüísticas; realidades macroscópicas, como
las galaxias, o ínfimas, como los elementos atómicos; procesos que se producen en
escalas temporales lentas (crecimiento, evolución de especies) o rápidas
(reacciones químicas), y propiedades que se pueden medir indirectamente pero
que no son sensorialmente perceptibles (conductividad de la electricidad o del
calor). Todo ello son ejemplos que, formando parte del conocimiento científico,
exceden los límites de percepción que se posee en la experiencia inmediata del
medio en que se desarrolla nuestra vida cotidiana.
En Morelos, debemos de estar
comprometidos con los procesos que hagan posible la construcción de
significados por la sociedad sobre los procesos y productos científicos. Es
necesario ir más allá de la adquisición de determinadas informaciones o
conocimientos para favorecer el desarrollo de competencias cognitivas que
permitan y estimulen la continua actualización en la comprensión de los conocimientos
científicos. La divulgación científica debe entenderse como el instrumento de actualización
y fortalecimiento de dicha compresión. Si no existe un compromiso, los
discursos sobre la gobernanza y la participación social en actividades
científicas seguirán siendo acotaciones marginales del quehacer científico.
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