Las zonas urbanas son las más expuestas a
conflictos alimentarios ya que no producen la mayoría de los productos que
consumen sus habitantes, tales como carne, pescado, granos y leguminosas, entre
otros. Además, están expuestas a que sus flujos de suministros puedan ser
disminuidos por diversas razones, tanto naturales como sociales o económicas.
También, deben ser considerados los inseparables flujos de salida o desechos sólidos
urbanos, la contaminación generada al aire, suelo y agua y el impacto negativo
a la biodiversidad. El cambio climático ya tiene un efecto adverso sobre la
producción de alimentos. Esta problemática sólo tendrá solución si planeamos y
establecemos estrategias formales de seguridad alimentaria urbana a largo
plazo.
Gian
Carlo Delgado Ramos escribió el ensayo “Cambio climático y la alimentación de
las ciudades”, en la revista Investigación Ambiental 2013, 5(1) 85-101. Presenta
una revisión sobre los impactos del cambio climático en la producción de
alimentos, revisa críticamente la apuesta por un aumento de la productividad,
analiza los impactos actuales de la producción de alimentos en términos de emisiones
directas e indirectas y analiza el impacto en la seguridad alimentaria en zonas
urbanas.
Dado
que las dietas urbanas se han tornado cada vez más intensivas en agua y
energía, sobre todo debido al aumento del consumo de carnes, lácteos y diversos
alimentos procesados, el autor sostiene que los asentamientos urbanos modelan, en
cierto sentido y medida, las dinámicas territoriales y los ritmos de las
emisiones directas e indirectas asociadas a la alimentación, más allá de sus
propias fronteras. El reto es ciertamente mayor en países donde el grueso de su
población ya es urbano, y sobre todo, cuando se trata de países pobres, como
los latinoamericanos.
La
magnitud y ritmo de las implicaciones del cambio climático, de cara a la
capacidad de transformación y adaptación de la agricultura y la ganadería es probablemente,
según el autor, la cuestión con mayor peso y relevancia en el futuro próximo de
la seguridad alimentaria. Los impactos mayores se observan tanto en el aumento
de la temperatura y los cambios en la disponibilidad de agua. Algunas
proyecciones, recopiladas por el autor, de los posibles efectos del cambio
climático para el 2030 precisan que la productividad de los cultivos podría
caer de entre 1.3 a 9 por ciento, dependiendo de la región. Para 2050 y con una
concentración de 369 ppm de CO2 en la atmósfera (hoy ya es de 400
ppm), la caída alcanzaría el rango de 4.2 a 12 por ciento y, cuando la población
mundial logre estabilizarse pero los efectos del cambio climático se agudicen,
esto es en la década del 2070, la caída podría llegar a ser de entre 14.3 a 29
por ciento.
Los
sistemas urbanos son predominantemente dependientes de alimentos, pero en
general de energía y de todo tipo de materiales que obtienen de zonas
periurbanas, regionales, nacionales o incluso del extranjero, plantea el autor.
Se trata de asentamientos humanos en expansión, sobre todo en los países pobres
donde el aumento poblacional a 2050 se concentrará en un 95 por ciento en
ciudades. Estamos ante todo un reto, incluyendo la producción de mayores cantidades
de alimentos que deben ser llevados y distribuidos en sistemas urbanos
expansivos y desiguales. El desafío técnico es considerable pues aún con mejoras
sustanciales en la producción de alimentos, mismas que han permitido
prácticamente doblar la capacidad productiva desde la segunda mitad del siglo
pasado tan sólo aumentando en un 10 por ciento la superficie de tierra cultivable,
para el 2050 será necesario aumentar la producción agrícola en 70 por ciento
para poder cubrir la demanda futura de alimentos estimada en patrones de
consumo actuales.
Los
mayores retos, considera el autor, están asociados a cuestiones no tecnológicas
sino socioeconómicas y políticas y en concreto a las tipologías de las dietas
contemporáneas, la distribución y la accesibilidad a los alimentos. Y es que
hoy día tan sólo la producción de cereales se calcula en un kilogramo per cápita
al día o más que suficiente para alimentar a toda la población mundial; no obstante,
su distribución es altamente desigual, incluso al grado de reconocerse
abiertamente la existencia de 850 millones de personas malnutridas.
El
autor propone el método denominado “metabolismo urbano de los alimentos”, donde
se busca dar cuenta de los flujos de entrada y de salida y de los stocks que
conforman todo el sistema alimentario de cualquier asentamiento; es decir, de
los subsistemas de producción, suministro, distribución, consumo y generación
de flujos de salida o de contaminantes y residuos en y fuera de las
urbanizaciones. Lo que hace posible visualizar la dimensión y complejidad de su
dependencia alimentaria con respecto a otras escalas espaciales, develando las
modalidades en las que dicha dependencia es neutralizada, así como los impactos
ambientales y climáticos directos e indirectos. Asimismo, tal perspectiva
analítica permite dar cuenta de los stocks o la infraestructura y artefactos
necesarios para la puesta en marcha del sistema alimentario urbano, pero
también de los flujos de salida, sus costos socio ambientales e implicaciones,
esto es, de los desechos y las excretas, flujos urbanos de salida que además
son importantes emisores de metano.
Para
el caso particular de México, el autor asegura, debe subrayarse que muchos de
los costos, tanto de agua, tierra requerida y de emisiones, quedan ocultos en el
flujo del comercio internacional dado que el país es importador neto, además de
maíz y otros granos y leguminosas, de carnes y derivados. Tal transferencia de
flujos de alimentos, en un contexto de potenciales afectaciones a la capacidad de
producción alimentaria como producto del cambio climático, claramente pone en
entre dicho la seguridad alimentaria en el mediano y largo plazo, sobre todo la
de la población urbana y enfáticamente de aquella más pobre.
En
Morelos, debemos entender el metabolismo estatal de los alimentos y, en
particular, su dimensión urbana, así como las implicaciones de las fuerzas
externas y en general de las pautas que modelan la (in)seguridad alimentaria y
las causas de las desigualdades nutricionales. Estos elementos son prerrequisitos
clave para una apropiada política y toma de decisiones en un contexto de cambio
de clima, erosión ambiental y aumento de la población urbana.
1 comentario:
Y si a eso se le suma que el campo mexicano se encuentra abandonado entre otras razones debido a la competencia desleal que implican los subsidios al campo realizados en las naciones ricas... Pues el futuro de nuestras ciudades es deplorable.
Muchas felicidades por tan estupendo ensayo!
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