Los adultos, dentro de cualquier sociedad, se
han visto en la necesidad de realizar tres actividades esenciales: el trabajo
productivo, de carácter colectivo, mediante el cual se producen los bienes que
constituyen la riqueza social; el trabajo doméstico, de carácter individual, mediante
el que se satisfacen necesidades cotidianas, como la alimentación, la higiene,
la salud y el mantenimiento de la vivienda; y
la crianza de los hijos, mediante la que se inculcan y transmiten los
usos y costumbres propios de la comunidad, garantizando la reproducción de su
cultura particular. Quienes realizan estas tres actividades y cómo se gestiona
el concepto de cuidado es fundamental para alcanzar la equidad de género.
Karina Batthyány
Dighiero, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales, UDELAR, Uruguay, escribió
“Las políticas y el cuidado en América Latina”, CEPAL - Serie Asuntos de Género,
N° 124 (ISSN 1564-4170, LC/L.3958, Copyright © Naciones Unidas, febrero de
2015). Este documento presenta, analiza y discute el concepto de cuidado, el
enfoque de derechos y las políticas públicas de América Latina y el Caribe en
materia de organización social de los cuidados. También presenta las políticas
de cuidado en la región y analiza en particular experiencias de organización
social de los cuidados en cuatro países.
La noción de cuidado en las políticas de
protección social y bienestar social se ha vuelto clave para el análisis y la
investigación con perspectiva de género. Propone la autora una definición no
exhaustiva donde el cuidado designa la acción de ayudar a un niño, niña o a una
persona dependiente en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana.
Engloba, por tanto, hacerse cargo del cuidado material, que implica un
“trabajo”, del cuidado económico, que implica un “costo económico”, y del
cuidado psicológico, que implica un “vínculo afectivo, emotivo, sentimental”.
El cuidado puede ser realizado de manera honoraria por parientes, en el
contexto familiar, o puede ser realizado de manera remunerada en el marco o no
de la familia. La naturaleza de la actividad variará según se realice o no
dentro de la familia y, también, de acuerdo a sí se trata o no de una tarea
remunerada.
El
Estado se ha transformado en protector ante riesgos y contingencias que
experimentan las personas a lo largo del curso de la vida. Así se introduce un
nuevo enfoque de las políticas sociales de nueva generación, incluyendo los
pilares clásicos del Estado del bienestar —salud, seguridad social y educación—
el cuidado de los menores y de los mayores, no ya como excepción cuando no hay
familia que pueda asumirlo, sino como nueva regularidad social, indica la
autora. Esto implica una nueva concepción de la relación entre individuo,
familia y Estado basada en la responsabilidad social del cuidado de las
personas.
Las
mujeres tienen actualmente mayor autonomía económica, pero enfrentan grandes
problemas para articular los tiempos de trabajo remunerado y los tiempos que
requieren los cuidados, debido a la disparidad en la dedicación de madres y
padres y a la insuficiencia de políticas que atiendan el cuidado infantil. El
estudio del uso del tiempo (EUT) es una herramienta fundamental para conocer y
entender las desigualdades de género y la reproducción de roles, a través de
datos que muestran la inequitativa distribución en el tiempo destinado al
trabajo remunerado y no remunerado, así como la disponibilidad de tiempo de
mujeres y varones para otras actividades cotidianas, señala la autora. Aun
cuando las EUT realizadas en los diferentes países no son comparables entre sí,
pueden encontrarse tendencias muy relevantes, apunta la autora: la carga global
de trabajo femenina es mayor a la masculina; las mujeres destinan en promedio más
del doble de tiempo semanal que los hombres al cuidado de niños y otros
miembros del hogar; la jornada de trabajo total de las mujeres dedicada a
labores remuneradas y no remuneradas es mayor que la de los hombres; cuando las
mujeres trabajan remuneradamente, aun cuando lo hacen a tiempo completo, la
distribución de las tareas domésticas y de cuidado sigue siendo desigual; el
tiempo de trabajo remunerado en promedio de las mujeres es inferior al de los
hombres; y el trabajo del cuidado de niños, enfermos y adultos mayores aumenta
la participación y el tiempo invertido por las mujeres en las actividades domésticas.
Las políticas de
cuidado están en construcción y como toda política pública deben contemplar
múltiples intereses que se manifiestan en
las distintas etapas del ciclo de elaboración de acuerdo a la realidad y el
contexto nacional. En un escenario caracterizado por la multiplicidad de intereses,
actores, recursos, objetivos y derechos, pueden de todas formas extraerse
algunos elementos en términos de lecciones aprendidas y principales desafíos de
los procesos analizados, destaca la autora: la actual organización social del
cuidado presenta un gran desequilibrio entre los cuatro ámbitos de acceso al
bienestar (las familias, el Estado, el mercado y la sociedad civil); urge la
necesidad de políticas públicas para reconocer, reducir y redistribuir el
trabajo de cuidados y promover un cambio en la actual división sexual del
trabajo; un desafío particular lo constituye el momento mismo del diseño y
formulación de las políticas y la inclusión de la perspectiva de género y
derechos desde el inicio; y los sistemas de cuidado apuntan no sólo a la generación
de una política pública hacia la dependencia sino a una transformación cultural.
En
Morelos, debemos promover el cuidado como responsabilidad social, mediante la
formulación de políticas públicas para ampliar la cobertura y la oferta de
cuidado, garantizar servicios de calidad para todos estableciendo estándares mínimos,
facilitar la gestión del tiempo, fomentar empleos de calidad, avanzar en
regulaciones laborales, reconocer el aporte de las mujeres, y avanzar en la
exigibilidad del derecho al cuidado.
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