publicado en la Jornada Morelos el 3 de agosto de 2015
Durante las últimas semanas y en todos los medios
de comunicación, se dio seguimiento a la depreciación del peso frente al dólar;
en realidad, la apreciación del dólar frente a todas las monedas del mundo. El
tipo de cambio se puede definir como el número de unidades de una moneda que se
intercambian por una unidad de otra moneda y se expresa en forma dual, existe
un precio de compra y otro de venta. Los participantes pueden actuar como
compradores y como vendedores, puesto que venden una moneda y compran otra. También,
podemos distinguir entre el tipo de cambio nominal y el real, el primero
representa el precio relativo de dos monedas y el segundo el precio relativo
entre dos canastas de productos. Debemos recordar que la apreciación y
depreciación de una moneda es el resultado de movimientos en el mercado,
mientras que la devaluación y revaluación son decisiones discrecionales de la
autoridad monetaria de un país.
Desde el 28 de julio pasado, Israel Rodríguez
escribía sobre la depreciación imparable
del peso mexicano “al cerrar en 16.60 pesos por dólar en ventanillas, y en su
cotización al mayoreo, el dólar culminó la jornada en 16.2681 pesos. El peso
alcanzó mínimos históricos para llegar a 16.65 pesos por dólar a la venta” (http://www.jornada.unam.mx/2015/07/28/economia). El viernes de la semana pasada, Roberto González
Amador (http://www.jornada.unam.mx/2015/07/31/economia) informaba que “el factor más importante que
explica la devaluación del peso en las últimas semanas es la expectativa de
incrementos inminentes en las tasas de interés en Estados Unidos ya que, según
el Banco de México, las posibles acciones de política monetaria por parte de la
Reserva Federal de Estados Unidos podrían tener repercusiones adicionales sobre
el tipo de cambio, las expectativas de inflación y, por ello, sobre la dinámica
de los precios en México”.
Los
factores que influyen en el tipo de cambio son, según Ignacio López Domínguez (http://www.expansion.com/diccionario-economico/tipo-de-cambio.html), “aquellos que hagan variar las exportaciones e
importaciones, tanto de bienes y servicios como de capitales, puesto que éstos
son los componentes de la oferta y la demanda de divisas, que en último término
determinan el tipo de cambio. Las variables que impactan, individual o de forma
conjunta, sobre los tipos de cambio de las divisas y que provocan su
apreciación y depreciación, son: diferencial de inflación, diferencial de tipos
de interés y renta real”.
La teoría convencional postula que una devaluación
de la moneda elevará las exportaciones si: los precios de las mercancías se
expresan en la moneda del país exportador, y no se determinan con base en el
mercado; y la demanda externa y la oferta exportable varían directamente con el
precio. Los teóricos económicos
dominantes insisten en la
conveniencia de flexibilizar los tipos de cambio nominales en los países, a fin
de establecer un tipo de cambio real competitivo y estable, que contribuya a
resolver la restricción externa al crecimiento.
Roberto
Frenkel (Tipo de cambio real competitivo,
inflación y política monetaria, en la Revista de la CEPAL, No. 96, diciembre
2008) plantea que “la preservación de un tipo de cambio real competitivo y
estable (tcrce) es una de las contribuciones más importantes que puede hacer la
política macroeconómica al crecimiento y el empleo. En particular, por tres
motivos: el tipo de cambio competitivo es el que determina los incentivos para
la producción de una amplia gama de productos comerciables en el ámbito internacional,
para su colocación en el mercado externo o el interno, ya que al ampliar la
gama de productos potencialmente rentables se acrecientan también las
posibilidades de crecimiento de la producción y del empleo; el tcrce fomenta un
uso más intensivo de la fuerza de trabajo en las actividades comerciables y también
en las no comerciables, ya que establece un estímulo particular sobre el
aumento del empleo, adicional al que resulta del incremento de la producción; y
el tcrce desempeña un papel preventivo de crisis externas y financieras, a través
de sus efectos sobre el resultado de la cuenta corriente del balance de pagos y
a través de la acumulación de reservas internacionales”. Frenkel concluye que “si
se procura evitar la apreciación del tipo de cambio, el control de la demanda
agregada no puede confiarse exclusivamente a la política monetaria, lo que
asigna la mayor responsabilidad por ese control a la política fiscal.”.
En un análisis sobre el tipo de cambio y la
competitividad, Guadalupe Mántey plantea que (¿Conviene flexibilizar el tipo de
cambio para mejorar la competitividad?, Revista Problemas del
Desarrollo, Volumen 44, Número 175,
Octubre–Diciembre 2013, páginas 9–32) “los efectos negativos que una
devaluación nominal produce en las hojas de balance de los agentes económicos
de los países en desarrollo superan las ventajas que esta medida puede tener en
la competitividad de sus exportaciones, por lo que es preferible recurrir a
otras políticas para elevar el crecimiento económico con equilibrio de la
balanza comercial”. Establece que “este resultado se debe a imperfecciones en
los mercados financieros, que afectan con mayor intensidad a las empresas
exportadoras de esos países; y también a la estructura oligopólica del comercio
internacional, donde las ventajas competitivas dependen en mayor grado del
avance tecnológico y las externalidades positivas que las empresas reciben de
sus gobiernos, que de los costos laborales relativos”. En general, se considera
que con una mejor balanza comercial, el tcrce disminuiría la necesidad de
endeudarse externamente, con lo cual se evitarían ataques especulativos contra
la moneda. Sin embargo, “el mantenimiento de un tcrce por la vía de ajustes en
el tipo de cambio nominal podría tener un efecto inflacionario”. Por lo anterior, propone una estrategia
diferente: “Mantener el objetivo de estabilizar el tipo de cambio nominal, que
tácitamente han adoptado los países emergentes en los últimos años; Elevar la
competitividad mediante políticas financieras que estimulen el crecimiento de
la productividad, por medio del mejoramiento de la infraestructura productiva y
el fortalecimiento del mercado interno; y Dar prioridad a la sustitución de
importaciones respecto a la promoción de exportaciones, considerando que los
beneficios marginales, en términos de ahorro de divisas, serían menos inciertos
y de mayor magnitud, en comparación con los ingresos marginales por las ventas
externas de nuevos productos”.
En Morelos, debemos impulsar
un desarrollo económico que fomente la inversión extranjera directa y reduzca
el impacto negativo de la depreciación del peso frente al dólar. En particular,
elaborar productos
comerciables tanto el ámbito internacional como en el nacional, incrementar la
competitividad empresarial al impulsar la innovación tecnológica, y enfocarse
en nichos que permitan la sustitución de importaciones.
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